sábado, 26 de mayo de 2007

El Escuadrón de la muerte


Audio con la voz de Raul Sendic- Juan Pablo Terra- José Gavazzo- Enrique Erro- Carlos Zufriategui











El Escuadrón de la Muerte


Foro : El Escuadron de la Muerte




Operaciones encubiertas, espionaje y manipulación política.

La estación montevideana de la CIA

El uso por parte de Estados Unidos de acciones ilegales clandestinas como arma de política exterior ha sido ampliamente documentado. En los años posteriores a la revolución cubana, el derrocamiento de gobiernos, el asesinato, el sabotaje, la tortura y otras acciones terroristas fueron directamente utilizados o promovidos por la Casa Blanca para combatir a sus adversarios ideológicos y políticos en América Latina. Uruguay no fue la excepción.

Por Clara Aldrighi
Brecha de Uruguay
. Uruguay, 25 de noviembre de 2005


A través de la estación de la CIA, de los programas de asistencia militar, de Seguridad Pública de la AID y de apoyo al sindicalismo "libre", el gobierno de Estados Unidos intervino en Uruguay para condicionar el rumbo de la política y orientarla en favor de sus intereses. Empleó para ello medios legales e ilegales. Por lo menos hasta 1966 existen pruebas de que funcionarios de la CIA con cobertura diplomática organizaron y financiaron una red ilegal y secreta para espiar ciudadanos extranjeros y uruguayos, apoderarse de secretos de Estado para trasmitirlos a una potencia extranjera, presentar informes falsos al gobierno, difundir infundios en la prensa y atentar violentamente contra personas. Una verdadera asociación subversiva conformada por uruguayos y estadounidenses. Sus integrantes hubieran podido ser llevados ante la justicia y procesados por los delitos de atentado a la Constitución en el grado de conspiración, espionaje y asociación para delinquir. Con el agravante de que muchos eran prominentes funcionarios del Estado -políticos, policías y militares- a quienes la ciudadanía había confiado la defensa de la ley y la tutela de la soberanía.

Philip Agee, funcionario de la CIA que operó en la estación de Montevideo entre 1964 y 1966, ha dejado en su libro de memorias (Diario de la CIA. La "Compañía" por dentro, Barcelona, 1979) una pormenorizada descripción de los métodos de intervención secreta de Estados Unidos en los países de la región y particularmente en Uruguay.

Al igual que en el resto del mundo (con excepción del Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda), la CIA instaló en Montevideo a fines de los cuarenta su núcleo o "estación", para llevar a cabo sus tareas de espionaje, contraespionaje e influencia política.

Las estaciones se ubicaban en las capitales de cada país. Otras bases podían estar dispersas en ciudades de provincia y se subordinaban a la capital. En la mayoría de los casos se hallaban encubiertas en las secciones políticas de la embajada. Algunos funcionarios se adscribían a las secciones económica y consular.

Los cometidos generales de cada estación consistían en descubrir los secretos militares, científicos y económicos del Estado y recabar información sobre los "intereses soviéticos", encarnados en los partidos comunistas locales y grupos políticos "afines" : nacionalistas, revolucionarios y ultraizquierdistas. La CIA obtenía las informaciones o secretos de Estado en primer lugar a través de agentes a sueldo de alto nivel. Seleccionaba para ello a políticos, científicos, militares y economistas. Estas personas, observa Agee, se volvían colaboradores o agentes si se lograba convencerlos de que los secretos oficiales de su país podían ser revelados a Estados Unidos. Es decir, cuando llegaban a creer que los intereses de ambos países coincidían totalmente y nada se perdía al trasmitir la información.

Entre los oficiales de la CIA que operaron en Uruguay bajo ficticia cobertura diplomática, Agee identifica a los jefes de estación Tom Flores (hasta 1963), Ned Holman (1963-1965), John Horton (1965-1968), Richard Sampson (1968-1970) y Gardner Hathaway (cuya presencia registra en 1973) ; los subjefes Gerald O'Grady, John Cassidy, Comer Gilstrap y Fisher Ames ; los oficiales de operaciones Michael Berger, Paul Burns (especializado en infiltración en el Partido Comunista), Fred Morehouse (jefe del equipo de vigilancia radiofónica, trasladado en 1966 a Venezuela), William Cantrell, Juan Noriega, Russell Phipps (encargado de las operaciones contra los soviéticos en 1964), William L Smith y Alexander Zeffer (encargado de operaciones laborales).

Poco se sabe de estas personas que tanto influyeron en la historia del período. Su actividad se desplegaba, como es natural, en sordina, sin dejar rastros en las fuentes que tradicionalmente conforman la visión del investigador. Luego de cuatro años de experiencia en la estación de Quito, en marzo de 1964 Agee llegó a Montevideo con su mujer y dos hijos pequeños. Tenía 29 años. Había iniciado su carrera en la CIA en 1959, apenas se graduó en leyes en la universidad. Su principal tarea serían las "operaciones cubanas". En esos momentos la estación tenía como principal objetivo lograr que Uruguay, uno de los pocos países americanos que aún las mantenían, interrumpiera las relaciones diplomáticas con Cuba.

La estación de Montevideo era de medianas dimensiones : 14 personas, encabezadas por el jefe Ned Holman y el subjefe O'Grady. Las tareas se distribuían entre cuatro funcionarios, encargados de las operaciones encubiertas, del Partido Comunista y grupos afines, soviéticas y cubanas. Completaba el equipo una auxiliar administrativa, tres secretarias, dos funcionarios de comunicaciones y dos funcionarios bajo cobertura no oficial. Los primeros 12 pertenecían ficticiamente a la sección política de la embajada. El presupuesto anual de la estación superaba el millón de dólares.

Hasta 1963 Benito Nardone había sido el más importante agente de operaciones políticas anticomunistas de la CIA en Montevideo, a través de su Liga de Acción Ruralista o desde la presidencia del Consejo Nacional de Gobierno (CNG), que ejerció entre 1960 y 1961. Lo atendía personalmente el jefe de la estación, Tom Flores. Un gran éxito anotado por la agencia durante el mandato de Nardone había sido la "operación política" que concluyó con la expulsión, en enero de 1961, del embajador cubano Mario García Incháustegui y del primer secretario soviético, acusados de intromisión en los asuntos internos. Otros agentes políticos de la CIA conocidos por Agee fueron los dirigentes ruralistas Olga Clérici de Nardone y Juan José Gari, los ministros del Interior Nicolás Storace Arrosa, Felipe Gil y Adolfo Tejera, el director de Inmigración Luis Vargas Garmendia, el abogado Carlos Alberto Roca y el diputado Wilson Elso.

Para las "operaciones laborales", la CIA creó, financió y controló varias organizaciones sindicales. La primera fue la Confederación Sindical Uruguaya. Relativamente fuerte hasta la década del 60, su ascendencia declinó al consolidarse el sindicalismo clasista. En 1970 la estación fundó y sostuvo financieramente la Confederación Uruguaya de Trabajadores. Los sindicatos que agrupaba eran de escasa influencia. Su momento llegó durante la dictadura, que la patrocinó decididamente. Pero tampoco entonces logró representatividad.

El responsable de las operaciones encubiertas de la CIA en los medios de comunicación y estudiantiles era el representante de empresas estadounidenses Brooks Read. Atendía a los agentes uruguayos que se ocupaban de las operaciones de propaganda. Uno de ellos colocaba artículos políticos e informes falsos elaborados por la estación en El País, El Plata, El Día y La Mañana. Aparecían en general como editoriales no firmados ; los redactores de los periódicos recibían dinero por su publicación.

La CIA estableció en Uruguay, como en todo país donde actuaba, una relación preferente con el servicio local de seguridad o "servicio de enlace", en especial con la inteligencia policial. Sin la colaboración del servicio local era muy difícil para la CIA controlar el tránsito por las fronteras, interceptar teléfonos y correspondencia o efectuar vigilancias y seguimientos. Además, en caso de que alguna de estas operaciones fuera descubierta, el escándalo no involucraba a la CIA sino al servicio secreto local.

Establecida esta colaboración oficial, las estaciones reclutaban secretamente agentes a sueldo dentro de los servicios de seguridad locales. Este aspecto era considerado de vital importancia, porque permitía ampliar el limitado personal de la estación, y porque a pedido de la CIA el servicio local podía efectuar operaciones, detenciones y redadas.

En 1964 la estación de Montevideo mantenía excelentes relaciones operativas con la Policía y el servicio de inteligencia militar. Entre los agentes y colaboradores de enlace que identifica Agee se encontraban el jefe de la Guardia Republicana teniente coronel Mario Barbé, el coronel Mario Aguerrondo, el subjefe de Investigaciones Juan José Braga, el jefe de inteligencia militar coronel Carvajal, el teniente coronel Zipitría, el policía de Investigaciones Guillermo Copello, el subcomisario Pablo Fontana, el comisario Arturo Jaureguiza, el subjefe de Policía coronel Carlos Martín, el jefe de Inteligencia y Enlace comisario Alejandro Otero, el inspector Antonio Pírez Castagnet, los jefes de la Guardia Metropolitana coronel Roberto Ramírez y teniente coronel Amaury Prantl, los jefes de Policía de Montevideo Ventura Rodríguez y Rogelio Ubach.

La mayor operación conjunta de la CIA y la Policía uruguaya, en el período en que Agee estuvo trabajando en Montevideo, era la interceptación telefónica de la misiones soviética y cubana, de la sede central del PCU y de la vivienda de un revolucionario argentino vinculado a la embajada cubana. En 1965 se extendió el espionaje a la embajada checa y la agencia noticiosa Prensa Latina. Esta operación, de criptónimo Avengeful, siguió su curso durante los gobiernos de Óscar Gestido y Jorge Pacheco y fue accidentalmente descubierta en setiembre de 1969.

El departamento policial de mayor importancia para la CIA era Inteligencia y Enlace. A comienzos de la década de 1960, con el nuevo gobierno del Partido Nacional, el departamento dejó de lado sus primitivos cometidos de investigación y control del comportamiento funcional de los policías. Para ocupar su dirección fue designado Alejandro Otero, un joven oficial que había hecho una rápida carrera, superando en ascensos a sus compañeros más ancianos.

Inteligencia y Enlace comenzó a adquirir mayor importancia para la CIA desde que las movilizaciones sindicales crecieron en frecuencia e intensidad. En una entrevista que concedió a la autora en 2002, el comisario Otero observa al respecto : "Inteligencia y Enlace respondía siempre a lo que eran las necesidades de los servicios de inteligencia americanos. Cuando yo me hago cargo, actúo con total independencia y queda esclarecido que toda la información que yo obtenía, toda, yo la proporcionaba a esos servicios, porque así estaba ordenado".

El inspector Pírez Castagnet recibía un sueldo de la agencia por su trabajo como agente de penetración en la Policía. Proporcionaba además minuciosa información sobre los planes del gobierno con relación a las movilizaciones y huelgas, los posibles cambios de política y la interna policial.

Para el programa de enlace con la Policía uruguaya la estación desembolsaba anualmente -sin incluir los gastos de la operación de interceptaciones telefónicas- unos 25 mil dólares.

El subjefe Gerry O'Grady se ocupaba del enlace con el servicio de inteligencia militar, reuniéndose con frecuencia con el teniente coronel Zipitría, subjefe del servicio. Holman en ocasiones se reunía con él y con el jefe del sid coronel Carvajal. Dada la tendencia de los militares uruguayos a no inmiscuirse en política, Carvajal se negó a organizar operaciones contra el Partido Comunista y grupos de extrema izquierda. Zipitría, por el contrario, acérrimo anticomunista y de tendencias fascistas, era un colaborador más obsecuente y se le utilizaba como fuente de información.

En los primeros años sesenta la estación de Montevideo organizó operaciones de "acción militante" contra la izquierda, a través de "escuadras de castigo" creadas y financiadas para atacar manifestaciones y reuniones partidarias. Tuvieron su auge a partir de 1960, por impulso de Tom Flores. El predecesor de Ventura Rodríguez en la Jefatura de Policía de Montevideo, Mario Aguerrondo, fue un estrecho colaborador de enlace de la estación mientras desempeñó ese cargo entre 1958 y 1962. En 1964 Holman resolvió suspender temporalmente los contactos con él por sus veleidades golpistas. En 1962 el nuevo embajador Wymberley Coerr ordenó a Flores poner término a la colaboración política con Nardone e interrumpir las operaciones violentas. El problema era que habían causado muertes (las de Arbelio Ramírez y el niño Olivio Píriz) que el PCU y la izquierda "utilizaban en sus campañas contra el gobierno". Flores se opuso y fue trasladado en 1963. Las escuadras fueron responsables de otra forma de violencia : las esvásticas grabadas con instrumentos cortantes en el cuerpo de las víctimas, judíos y militantes izquierdistas.

En ese período la izquierda llamaba "bandas fascistas" a las escuadras de castigo. En realidad no tenían vida política propia : eran una emanación de la CIA y del personal a su servicio. Algunos de estos agentes provenían del este europeo. Recuerda el comisario Otero : "Los americanos traían mucho a los húngaros. Estos húngaros actuaban como agentes. De repente quemaban un quiosquito, tiraban una bomba. Cuando caía preso alguno de ellos, yo les daba con todo. Viniera quien viniera, habían cometido un delito y no había amparo ninguno. Si podía, los mandaba a la cárcel. Yo era libre y tenía claro lo que era mi profesión. Evidentemente eso llevaba a que se creara una antipatía hacia mí entre los que estaban integrando el Departamento de Inteligencia y Enlace. Sobre todo de parte de mis superiores".

Al cumplir dos años de estadía en Uruguay, a fines de agosto de 1966, Agee fue trasladado a Washington y poco después a su nuevo destino : Ciudad de México. El 10 de agosto llegó a Montevideo su sustituto, Juan Noriega. Ex piloto de la marina, provenía de la estación de Managua, donde había sido responsable del adiestramiento de los guardaespaldas de Anastasio Somoza y su familia. En muy corto plazo la estación sería reforzada con otros dos funcionarios con cobertura no oficial. En octubre llegó también William Cantrell, funcionario de la CIA y consejero de investigaciones del Programa de Seguridad Pública (PSP), quien permaneció en Montevideo hasta marzo de 1970.

En febrero de 1967 la CIA comenzó a estructurar la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII). El CNG había aprobado en los últimos días de enero un proyecto del comisario Otero -elaborado "bajo la directa guía de Cantrell", según consigna un documento del PSP- para la formación de una dirección de inteligencia de jurisdicción nacional. Durante el proceso de formación, el nuevo organismo funcionó paralelamente con el Departamento de Inteligencia y Enlace. Manuel Hevia Cosculluela, agente de inteligencia que trabajó en Uruguay entre 1964 y 1970 simultáneamente para la CIA y la seguridad cubana, observa en su libro de memorias Pasaporte 11333. Ocho años con la CIA, que el núcleo constitutivo de la DNII, del que no formaba parte Otero, recibía adiestramiento de Cantrell y Noriega en un local adyacente a la Seccional 9ª en 18 de Julio y Paullier. En el mismo lugar instaló oficialmente su sede en 1968.

Cantrell disponía de fondos propios, provenientes de la CIA y no de la AID, para financiar la nueva dirección de inteligencia. En 1967 seleccionó a seis oficiales para recibir adiestramiento en Estados Unidos : Pírez Castagnet y Aldo Conserva -futuros jefe y subjefe de la DNII-, Juan Carlos Lemos Silveira, Juan María Lucas, José Pedro Macchi y Carlos Legnani.

En la DNII, donde imperaba la voluntad de Cantrell, Otero fue primero relegado y luego excluido. "La Dirección de Información e Inteligencia -recuerda Otero- la creó Cantrell, porque me querían ir borrando. Al comienzo la dirigía Pírez Castagnet, que era mi superior. Luego tuvo varios directores, hasta que se llegó a Víctor Castiglioni."

Hevia Cosculluela señala que la CIA convivía con Otero y le dejaba hacer mientras durara la selección y adiestramiento del personal de Información e Inteligencia. Los funcionarios de la CIA "saboteaban a Otero", y por esta razón el comisario se acercó gradualmente al jefe del equipo del PSP, Adolph Sáenz. Con todo, a lo largo de 1967, Cantrell aún participaba personalmente en algunos de los procedimientos policiales antisubversivos de Inteligencia y Enlace. Otero seguía enviándole "copias del parte secreto que elaboraba su departamento". Pero Cantrell comenzó a visitar con demasiada frecuencia el cuarto piso de Jefatura, donde trabajaban Otero y sus hombres. Se inmiscuía y revisaba los archivos. El comisario observa al respecto : "Lo que yo no admitía de ninguna forma era que los americanos, ninguno de ellos, viniera a mi departamento. Yo no los quería en mi departamento si previamente no se anunciaban y concertaban la entrevista. Ahí aparece en escena el señor William Cantrell, o al que yo conocí como Cantrell y a lo mejor lo tienen identificado con otro nombre, porque vaya a saber cómo se llamaba en realidad. Era un personaje muy particular, que había estudiado y actuado en Vietnam, etcétera. Fue el que indicó, contra lo que eran mis ideas, que la Policía empezara a utilizar las escopetas de caño recortado que terminaron con la muerte de toda una serie de estudiantes y las heridas de otros tantos. Sáenz era una persona agradable y yo tenía buena relación con él. Llegaba a mi despacho anunciándose. En cambio Cantrell era prepotente y arrogante con los funcionarios uruguayos de jerarquía. (...) Y vuelvo a repetir que a través de mis subalternos le hacía llegar toda la información. (...) Pero lo que no le permitía era que hiciera lo que hacían en todos lados : entraban, se metían, revolvían, ordenaban, disponían. (...) Quizás, si me hubiera sometido a ellos, hubiera sido director de Inteligencia, hubiera ganado muchísimo dinero y no hubiera tenido que hacer de payaso soplando un pito en una cancha de fútbol para poder vivir decentemente. (...) Mis desencuentros con los americanos, fundamentalmente con Cantrell y todo su grupito, y con el jefe de Policía Zina Fernández, con quien yo tenía discrepancias insostenibles, fueron la causa de que me sacaran de Inteligencia y Enlace y me enviaran como director a la Escuela Nacional de Policía".

Si durante la permanencia de Agee la CIA trabajaba diligentemente en tan complejas operaciones, no hay motivo para pensar que en el período crítico que se abrió en 1968 no las cumpliera con mayor empeño.

Lo cierto es que la estación desplegaba una intensa actividad en Uruguay antes de la crisis de 1968 ; actividad que se incrementó en los años sucesivos. A tal punto que en abril de 1973 la embajada se lamentaba ante Washington por la gran proporción de funcionarios con cobertura oficial destinados a "recoger y procesar abierta o encubiertamente la inteligencia obtenida". Sin contar los agentes que revistaban con cobertura no oficial. Una presencia que respondía a "requerimientos impuestos desde Washington". En 1972, el personal rentado por el gobierno de Estados Unidos y adscrito a la embajada alcanzaba los 363 funcionarios.

El golpe de Estado de febrero de 1973, observaba el Country Team en su balance de abril, permitiría por fin disminuir el número de funcionarios dedicados a tareas de inteligencia. "Nuestra alta visibilidad es un factor que complica el desarrollo de relaciones realistas." Entre otros inconvenientes, observaban, había facilitado a la izquierda marxista nuevos pretextos para enfatizar la presencia de un presunto "ogro imperialista".

Aunque no han sido desclasificados los documentos de la CIA relativos a Uruguay, en algunos informes del Departamento de Estado se admite que la embajada contaba con "fuentes propias" para la lucha antisubversiva. Es decir, uruguayos que suministraban directamente información sobre el MLN y demás grupos guerrilleros. Si se atiende al modus operandi descrito por Agee, no se trataba sólo de infiltrados, sino de agentes operativos que cumplían tareas de vigilancia, escucha telefónica, seguimiento de personas y demás actividades de inteligencia que sugiere la documentación desclasificada referente a otros países, como la liberada para el caso de Chile en los años precedentes al golpe de 1973. Tres días después de la ejecución de Dan Mitrione, en agosto de 1970, surgió el "escuadrón de la muerte" como emanación de la red de agentes de la CIA en los servicios de inteligencia policial y militar. Se constituyó como un racimo de grupos compartimentados entre sí, que efectuaban atentados con artefactos explosivos e incendiarios, amenazaban a personalidades de la izquierda y familiares de guerrilleros. En el otoño de 1971 algunas de estas personas constituyeron otro grupo, más selecto y secreto, que dio comienzo a las ejecuciones y desapariciones de tupamaros. La elección de las víctimas mantuvo una relación, directa o indirecta, con el caso Mitrione. También las operaciones efectuadas por la DNII el 14 de abril de 1972 en las fincas de Amazonas y Pérez Gomar estuvieron, muy probablemente, relacionadas con el caso y fueron conducidas por la CIA. Así lo sugiere, entre otros indicios, un informe enviado en febrero de 1973 por el jefe del equipo del PSP en Montevideo, Charles Guzmán, a sus responsables en Washington.

Uno de los miembros del escuadrón, el agente de la DNII Nelson Bardesio, pertenecía a la red de la CIA desde 1967. Sus declaraciones al MLN indican que, entre otras tareas, integraba uno de los grupos dedicados al seguimiento y vigilancia de personas, adiestrados y equipados por la estación.

El comisario Otero en la entrevista mencionada recuerda vívidamente su figura : "Lo cierto es que este señor Cantrell utiliza a un agente, Bardesio, que después fue secuestrado por el MLN, a quien yo saqué a puntapiés de mi despacho. Eso determinó que Pírez Castagnet me mandara a buscar. Me preguntó si le había pegado. Le dije que sí, porque no lo quería ahí. Tampoco a Atilio Galán. ¿Por qué ? Porque no me gustaban como personas. Bardesio era el monje negro de todos los americanos. Cantrell creo que era devoto de Bardesio. No sé por qué características Bardesio lo había conquistado absolutamente y era el que manejaba todas las cosas".

Refiriéndose a las confesiones de Bardesio a los tupamaros, en las que identificó a sus compañeros policías, militares y civiles del escuadrón de la muerte, Otero acota : "Yo sabía que Bardesio no aguantaba nada, por eso no lo quería en mi departamento. De lo que él dijo y yo conozco, todo era cierto. Pero vaya a saber cuántas cosas más pudo haber dicho que yo no conozco y que a lo mejor no son ciertas".

Con todo, si se leen atentamente las declaraciones de Bardesio al MLN, cuando Mauricio Rosencof lo interrogó en la Cárcel del Pueblo, el agente de la CIA pretextó ignorancia y mencionó, del nuevo equipo de estadounidenses que había sucedido al de Mitrione, solamente al consejero de entrenamiento Richard Biava. Quizás porque sabía que Mitrione ya lo había señalado a Candán Grajales -según consigna un documento del Departamento de Estado- cuando éste lo interrogó en la Cárcel del Pueblo. Nada dijo de los nuevos consejeros de seguridad pública Roy Driggers, José Hinojosa y Lee Echols ; tampoco mencionó, naturalmente, su propia condición de agente de la CIA, ni la identidad de los funcionarios que lo atendían. Indicó al MLN los estadounidenses que ya habían partido de Uruguay : Sáenz, Cantrell, Noriega, Bernal y Richard Martínez. El MLN no se percató de ello, ni estaba en condiciones de hacerlo : su infiltración en los servicios de seguridad era absolutamente marginal, y así lo comprobaban los analistas de Estados Unidos que seguían muy de cerca la evolución de las guerrillas uruguayas.

En abril de 1972 Bardesio recibió en la Cárcel del Pueblo la visita de un insospechado aliado : Héctor Amodio, recientemente fugado de Punta Carretas. El ex dirigente tupamaro probablemente colaboraba con los servicios de inteligencia desde comienzos de julio de 1970. Según puede leerse en un extenso documento de la DNII que consigna sus confesiones al ser detenido en febrero de 1972, al término de su declaración Amodio dejaba constancia de que su integración al MLN había cesado en aquella fecha.

Algunos escasos documentos dan cuenta, indirectamente, de la actividad de la estación hasta el golpe de Estado. Entre ellos, un estudio del MLN realizado en julio de 1971 por la Oficina de Seguridad Pública (OPS) en Washington, que tomaba como fuentes y citaba ampliamente documentos elaborados por la CIA de Montevideo. Días antes de la llegada de Mitrione, en julio de 1969, la CIA preparó un estudio preliminar sobre el MLN. Este documento, oportunamente modificado, fue enviado el 30 de julio de 1969 a Lauren J Goin, como proveniente de la rama América Latina de la OPS. En junio de 1970 la estación elaboró un informe secreto de inteligencia sobre la estrategia del MLN. El 19 de agosto de 1970, en Washington se actualizaba la información sobre el entrenamiento recibido en Cuba hasta ese momento por los tupamaros. El 12 de marzo de 1971 la CIA enviaba una "Estimación de la integración y fuerza del MLN".

La inteligencia del Pentágono no se quedaba atrás : en 1968 elaboraba un estudio secreto de la capacidad contrainsurgente de las fuerzas represivas uruguayas. El 4 de marzo de 1971 enviaba una cronología de las actividades de la guerrilla durante 1970. El 23 de marzo informaba sobre las operaciones de inteligencia del MLN. El 7 de abril de 1971, en un informe de 66 páginas, enviaba a Washington documentos de los tupamaros. El 14 de mayo de 1971 elaboraba un informe confidencial de inteligencia de 27 páginas sobre las actividades de la guerrilla.

En diciembre de 1970 la estación de la CIA envió a Washington sucintas biografías de "personalidades tupamaras", con el propósito de documentar la naturaleza heterogénea del movimiento y sus ramificaciones en distintos sectores sociales. El informe secreto contenía las fichas de militantes conocidos y de otros que se daba por seguro lo eran. Ha sido desclasificada una versión de este documento, seguramente depurada, para uso interno de la OPS y el Departamento de Estado, que contiene 22 fichas biográficas.

El 14 de noviembre de 1971 Agee decidió volver pública su defección mediante una carta dirigida a Marcha. En junio de 1968 había comunicado a la CIA sus propósitos de renuncia. La dimisión se formalizó a comienzos de 1969. Tres años después se hallaba en París, escribiendo su libro de memorias. La carta buscaba demostrar que su decisión no admitía retrocesos y quizás, a la vez, trataba de interponer una valla a los proyectos de asesinarlo que pudiera estar considerando la agencia. Su propósito político era alertar a la opinión pública uruguaya sobre la posibilidad de que la CIA estuviera financiando e impulsando operaciones de acción política contra el Frente Amplio, para favorecer a los partidos tradicionales.

Bajo el título "La CIA en Uruguay", Marcha la publicó el 26 de noviembre de 1971 en la sección Cartas de los Lectores. A través de Carlos María Gutiérrez u otros corresponsales vinculados a Cuba, Quijano y Alfaro tenían la posibilidad de comprobar la identidad de Agee -quien por entonces había estrechado lazos con los cubanos y viajado a la isla en mayo y octubre de 1971- y comprender la significación de la misiva.

Pero la dirección del semanario la ignoró. Aunque tenía en su poder una prueba contundente de las denuncias que venía publicando desde al menos una década, no la acompañó con ningún comentario editorial. Incluso creyó legítimo censurar alguna de sus partes, "por incluir referencias de orden personal que nada agregan al texto". En sus memorias Agee señala que, en efecto, la carta fue publicada incompleta. Luego de haber alterado la misiva con cortes a discreción, Marcha encontró que lo correcto, para "respetar al autor", era "respetar su sintaxis y ortografía". Por lo tanto no la editó, reproduciendo sus faltas de ortografía y otros errores idiomáticos.

Agee se identificaba como ex funcionario de la CIA y describía a grandes rasgos su actividad clandestina durante los años de servicio en Ecuador, Uruguay y México. Revelaba que en 1964, a poco de su llegada a Montevideo, Brasil había puesto a punto un plan para invadir Uruguay y tomar la capital en ocho horas si el gobierno no prohibía la actividad conspirativa de Goulart, Brizola y demás exiliados brasileños.

Señalaba a continuación el grave peligro que se cernía sobre la democracia uruguaya : Estados Unidos, a través de la CIA, estabainterviniendoparatorcerel rumbo de las elecciones. Nixon no podía permitir que Chile yUruguay, los dos países que en América Latinaconstituíanun ejemplo de prolongadas tradiciones de estabilidad política, se encaminaran hacia el socialismo por la vía electoral.

Para sustentar sus afirmaciones revelaba la intervención de la CIA en las campañas electorales de Brasil en 1963 y de Chile en 1964. "Uruguay actualmente está hecho a la medida para operaciones de acción política de la CIA. Pues hasta ahora no había existido ningún peligro para Estados Unidos en Uruguay, ya que solamente los partidos tradicionales tenían fuerza electoral suficiente. Y siendo tradicionales, tradicionalmente han servido los intereses generales del gobierno de mi país. Pero ahora las cosas han cambiado, gracias, me imagino, a los éxitos del Movimiento de Liberación Nacional y la conciencia revolucionaria que ha creado."

Exhortaba a advertir las huellas de la CIA en ciertos acontecimientos que parecían ser el fruto de procesos autóctonos. Los más transparentes eran, justamente, los determinados por las operaciones de acción política. Sugería que quizás participara en ellas, subordinadamente, la inteligencia británica, dada la tradicional colaboración entre ambos servicios en el Río de la Plata : "Las señales tienen que ser discernibles. El candidato que gasta más allá que sus posibilidades reales. Los periodistas que repiten las advertencias de una dictadura sangrienta comunista. Las organizaciones que siembran el rumor, el miedo y la incertidumbre acerca de las tradicionales libertades uruguayas. Los grupos de choque patrullando las calles en busca de activistas progresistas para agredirlos. Padres de Familia Pro-Libertad. Norteamericanos contribuyendo con fondos generosos como particulares a candidatos seleccionados. Advertencias en varias formas a las organizaciones de seguridad, militares y policías, de sus destinos lamentables bajo el régimen socialista. Declaraciones de preocupación en Buenos Aires y Rio de Janeiro sobre la posibilidad de que triunfe el socialismo en Uruguay. Propaganda sutil que divide las fuerzas revolucionarias. Encuestas, ya discretas, ya abiertas. He seguido de cerca la marcha diaria de la campaña. Por todo lo que he podido leer, estoy convencido de que el gobierno de Nixon no ha tenido otra alternativa que intervenir en estas elecciones uruguayas. Pues, entre otras cosas, le sería un riesgo demasiado serio si ganan las fuerzas progresistas".

La advertencia de Agee cayó en el vacío. Quizás, más que por omisión, por impotencia. Investigar y sancionar las acciones ilegales del poder político y económico era casi imposible en el Uruguay de la época. Poco después, la investigación promovida por Wilson Ferreira Aldunate y el Partido Nacional sobre las evidencias de fraude electoral encalló en un banco de brumas.

Entretanto, Agee enfrentaba nuevas dificultades con sus antiguos camaradas. La CIA envió a París uno de sus amigos de juventud, Keith Gardiner, también funcionario de la CIA, con una copia mecanografiada de la carta publicada en Marcha. Trasmitió a Agee un mensaje que le enviaba el director de la CIA Richard Helms : "Quería saber qué es lo que yo pensaba que estaba haciendo". Luego comentó el contenido de la carta y negó que la agencia estuviera embarcada en operaciones electorales en Uruguay. Admitió, con todo, que la campaña de Bordaberry "había recibido copiosas transfusiones de dinero brasileño". A la luz de los procedimientos descritos por Agee y de la cooordinación existente entre las estaciones de Montevideo y Rio de Janeiro, ese dinero probablemente proviniera de la CIA.

Agee tranquilizó a Gardiner : en su libro no haría "ninguna revelación perjudicial" y antes de la publicación sometería el borrador final a la aprobación de la CIA. Se ignora si esto ocurrió. Con todo, en el Diario de la CIA Agee mantiene reserva sobre la identidad de numerosos agentes, particularmente los de bajo nivel, aduciendo : "Verdadero nombre olvidado". Aunque al mismo tiempo recuerda perfectamente sus intrincados criptónimos.

Desde la publicación de la carta en Marcha, la CIA intensificó su presión. Comenzó a cercarlo con agentes y equipos de vigilancia, intentó desacreditarlo difundiendo informaciones falsas, lo amenazó con procesos, maniobró para impedirle ver a sus hijos.

Pero en Estados Unidos el escándalo Watergate impuso ciertas constricciones a la omnipotente agencia. "Una temprana advertencia de que tres décadas de tratamiento preferencial estaban llegando a su fin para la CIA -escribe A J Langguth en su documentada biografía de Mitrione Hidden Terrors- fue la noticia proveniente de París de que Philip Agee estaba escribiendo un libro. Durante su última asignación en Ciudad de México, Agee se había acercado a la izquierda política. Se divorció de su esposa, un serio paso para un católico, dejó la CIA, igualmente serio para un hombre de cuarenta años que no tenía práctica laboral excepto en trucos sucios, y comenzó sus memorias, lo más serio de todo para un hombre que valoraba su vida. Ejercitando la prudencia que se le había enseñado en Langley, Agee pudo terminar una reconstrucción inmensamente detallada de sus años en la CIA. La precisa documentación -o la perspectiva de largas batallas legales con la agencia- desalentó a muchos editores de Estados Unidos. Pero la historia de Agee tuvo dos finales felices. El libro fue publicado con gran éxito en Londres y luego en Nueva York. Y en París encontró a Ángela Camargo Seixas, que comenzó a vivir con él."

La joven era una guerrillera brasileña perteneciente al PCBR, el grupo liderado por Carlos Marighella. Capturada por la policía en 1970, había sufrido torturas y 30 meses de prisión. Al concedérsele la libertad vigilada se exilió en París, donde estudiaba economía en la Sorbona. En setiembre de 1972 -relata Langguth- en una fiesta de brasileños y franceses, conoció a Agee, quien se encontraba en una situación muy difícil desde el punto de vista emocional y financiero. La relación le brindó un nuevo impulso para concluir su proyecto. En la primera página del Diario de la CIA, publicado en 1975, puede leerse como epígrafe : "Dedicado a Ángela Camargo Seixas y a sus camaradas de Latinoamérica que luchan por la justicia social, la dignidad nacional y la paz".

El libro se transformó en un best seller en numerosos países y fue traducido a más de treinta idiomas. Posteriormente su autor se dedicó al periodismo, colaboró con publicaciones académicas, dictó conferencias, se dedicó a la actividad empresarial y escribió otros cinco libros. On the run, publicado en 1987, narra las peripecias vividas luego de la aparición del Diario de la CIA. Las presiones de la agencia determinaron su expulsión de Inglaterra, Alemania, Francia e Italia. Finalmente logró radicarse en Alemania. En la actualidad Agee es un destacado militante por las causas de la paz, los derechos humanos y la amistad entre los pueblos. Fundó en 2000 la primera empresa estadounidense instalada en suelo cubano después de la revolución, Cubalinda, una agencia de viajes dedicada a estrechar lazos con el pueblo caribeño.

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