viernes, 19 de septiembre de 2008

Tropezar con la propia sombra.


Las últimas encuestas, aunque nos parezca extraño, son coincidentes en un punto: el Frente Amplio en 2009 no triunfaría en primera vuelta. Alguna de la razones de este retroceso que está llevando a que el electorado más tradicional y fiel de la Izquierda se sienta cada vez más alejado del Gobierno Progresista:


José Miguel García González





Las últimas encuestas de opinión pública que se han dado a conocer recientemente, aunque parezca extraño, han estado de acuerdo por lo menos en una consideración: vaticinan que el Frente Amplio no podrá triunfar en primera vuelta. Esto ocurriría si se mantuvieran sin cambios las voluntades que en ellas se expresan hasta el momento de las próximas elecciones nacionales, como supone siempre este tipo de análisis. Más aún, estos resultados son consistentes con la tendencia que han demostrado distintos sondeos anteriores, que también establecían una caída en las preferencias electorales por el Partido de Gobierno.

Si aceptamos como válida la apreciación de algunos politólogos que consideran que la única posibilidad de un segundo mandato para el Frente Amplio estaría dado exclusivamente por la victoria en la primera vuelta, las cosas se complican seriamente. Se afirma que para el 2009, un escenario de balotaje reproduciría la situación de una década atrás, con los dos partidos tradicionales unidos, en este caso tras el candidato nacionalista. Además, este candidato tendría que enfrentarse a un postulante frentista que, sea quien fuere, nunca alcanzaría a tener el respaldo popular que en su caso sí obtendría Tabaré Vázquez (si optara por la reelección que estaría descartada). La situación así planteada, sin duda, agregaría otro elemento a favor de la posible victoria de la oposición en una segunda vuelta.

Esto habla a las claras de que nuestro Gobierno, sin más demoras, debe reaccionar y hacer suyos algunos de los más sentidos reclamos de la militancia y de la ciudadanía en general. Todo indica que el nuevo triunfo electoral del Frente Amplio en 2009 corre serio peligro de que se haga realidad. Y más allá de todo lo crítico que podamos ser con nuestro Gobierno, no tenemos duda que nada más funesto le podría pasar a nuestro país que volver a una administración blanquicolorada, seguramente más regresiva aún que cualquiera de las que padecimos en los últimos veinte años, abocada de lleno a tratar de aplastar los avances conseguidos por la Gestión de la Izquierda.

Corresponde esbozar, entonces, desde nuestra humilde opinión, algunas de las razones por las que creemos que se ha llegado a esta situación de hoy.

La procesión va por dentro. Nadie mejor para juzgar al Gobierno y a sus dirigentes que los propios frenteamplistas. Treinta y cuatro años de todo tipo de padecimientos vividos en carne propia, y de lucha denodada para lograr el triunfo en 2004, le otorgan a la militancia del Frente Amplio más que el derecho, la obligación de exigir a nuestras Autoridades no sólo el cumplimiento de nuestro programa (que en muchos casos ha sido soslayado o interpretado “a piacere”), sino antes que eso, incluso, honrar nuestros postulados históricos y cumplir a cabalidad con nuestra identidad ideológica. Identidad que es la que nos ha mantenido unidos en los momentos más difíciles y soportando las peores circunstancias, que las hemos tenido, y muchas, durante todo este tiempo.

Y quizás sea en este punto donde nuestro Gobierno Progresista ha cometido el mayor de sus errores dejando de lado su rica historia y olvidando muchas veces su filiación de izquierda. Es cierto, debemos reconocerlo, tal vez esto se haya debido a las urgencias por poner a andar el país fundido que recibimos gracias a la Administración “divertida” de Jorge Batlle. Por suerte, derrotamos la terrible crisis económica que padecía el Uruguay desde 2002 y este año será el cuarto año consecutivo de crecimiento económico formidable. Claro que para eso, debimos pagar muy duros precios con la moneda fuerte de poner en tela de juicio muchos de nuestros postulados fundacionales. Y eso que podía ser entendible en el primer año de nuestro Gobierno dada la precariedad social y económica que vivíamos, y también en el segundo para afirmar lo conseguido, nunca debía haberse convertido en nuestro derrotero permanente.

Acaso, y para citar alguno de los casos más controversiales, ¿no íbamos contra una de nuestras más arraigadas convicciones, y hasta contraveníamos nuestro programa, cuando tozudamente coqueteábamos con Estados Unidos para firmar un TLC? Gracias a la férrea oposición de las bases no pudo ser. Pero igual, la Administración Progresista, para empatarla y no perderla, ahora mismo está firmando el TIFA (Tratado de Inversiones) con el Gran Hermano del Norte. Un tratado muy similar al que el Gobierno de Jorge Batlle firmó con Finlandia y al que tan tenazmente se opuso el Frente Amplio en aquella oportunidad. Un tratado que ha posibilitado que Botnia se instale en nuestro país con todos los privilegios que ya conocemos. Privilegios que no tienen las empresas nacionales, pero sí las extranjeras, y gracias a los cuales esta transnacional podrá embolsar para sus arcas más de 3.600 millones de dólares de la riqueza del Uruguay, una vez concluida la inversión (1).

Inversión extranjera y grandes negocios. En sintonía con lo anterior, cabe que nos preguntamos: ¿en qué parte del programa se le adjudica este rol primordial a la inversión extranjera?; ¿será que esa es la única vía de alcanzar el desarrollo en nuestro país, aunque los últimos cien años de la historia latinoamericana nos demuestren lo contrario? Por el fervor con que la persiguen nuestros gobernantes, parecería que sí. ¿Es ese el Uruguay del futuro que se quiere construir, apoyado en empresas transnacionales que dominen los puntos claves de las principales cadenas agroindustriales (frigoríficos, arroceras, alimentos, cerveza, celulosa y más)? ¿Es ese el sueño que nutrimos con esperanza durante 37 años, y por el que dieron la vida muchos de nuestros mejores compañeros, el sueño de las grandes inversiones extranjeras que se queden con todo lo nuestro? Honestamente creemos que no.

Grandes inversiones que, además, en el caso más notorio de las papeleras, terminarán de inundar aún más nuestros suelos con el monocultivo de eucalipto, que impondrán una mayor extranjerización en la tenencia de la tierra, y que no van a solucionar el problema del desempleo, como lo demuestra Botnia que tan sólo cuenta con 190 operarios trabajando en su planta.

No podemos negar los méritos que ha tenido nuestro Gobierno para atraer estos mega emprendimientos extranjeros que, sin duda, culminarán siendo brillantes negocios, pero para los finlandeses (Botnia), para los españoles y los suecos (Stora Enso), para los portugueses (Portucel) y para los norteamericanos (Weyerhaeuser), en ningún caso para los uruguayos.

Pero ya que estamos citando brillantes negocios, nada mejor que detenernos un instante en la privatización de PLUNA. Esto se concretó mediante la asociación del Ente con un consorcio de inversores locales y extranjeros que está dando mucho que hablar. PLUNA S.A., empresa de derecho privado que tiene muy poco tiempo de vida, ya ha contraído una deuda de seis millones de dólares con ANCAP, ha malvendido un importante inmueble en Buenos Aires que antes era de todos los uruguayos y que ahora se ha esfumado en el aire (valga la expresión), acaba de suspender los vuelos a Madrid, y todavía, no se sabe a ciencia cierta si podrá afrontar las obligaciones por la compra de los nuevos aviones (de los cuales el Estado uruguayo es garante por cifras multimillonarias). ¿Es así como se iba a sanear al Ente gracias a la eficiente gestión privada? ¿No aprendimos nada de la desastrosa asociación de PLUNA con VARIG, y de cómo terminó?

Además, que no se diga que nuestras Autoridades no estaban prevenidas que esto podía pasar, porque desde que tenemos memoria, venimos afirmando desde la Izquierda que estas son las cosas que inevitablemente ocurren en estos casos. Por algo hemos salido tantas veces a dar la lucha por la defensa de las empresas públicas. Y desgraciadamente, también podemos anticipar, no ya desde la Izquierda, sino desde el sentido común, cuál va a ser el final de esta historia: muy pronto estaremos sacando cuentas de cuántos cientos de millones de dólares terminará pagando el pueblo uruguayo por esta genial operación.

Pues bien, que esto le ocurriera a cualquiera de los gobiernos de los partidos tradicionales que nos antecedieron, como de hecho les sucedió, era lo normal. Pero que esto le pase al Gobierno Progresista, sinceramente, y por decir muy poco, nos llena de vergüenza.

En definitiva, todas estas acciones nos están llevando a profundizar nuestra dependencia económica y tecnológica, a hipotecar una parte nada despreciable de la riqueza de toda una generación del Uruguay del futuro, y además, a enraizar mucho más hondo el sistema capitalista, al que siempre tuvimos por horizonte, aunque más no fuera, lentamente transformar.

¿Todo cambia?: algunas cosas mucho, otras cosas nada. Y quizás sea este el otro gran punto de la discusión en la interna. Mal que nos pese, el núcleo duro del modelo neoliberal capitalista que siempre condenamos y denostamos desde el Frente Amplio, ahora que somos Gobierno, no sólo que no le hemos movido un pelo, lo hemos hecho crecer y estar más vigoroso que nunca. Todo lo que expresamos anteriormente es un ejemplo contundente de esto. ¿Vamos a seguir en esta línea? ¿No son este tipo de motivos los que han hecho que algunos viejos grupos dentro del Frente hayan pedido su retiro del mismo? ¿No es por este tipo de cosas que muchos compañeros, y también muchos sectores de los partidos dentro de la coalición, están pidiendo a gritos cambios notorios y urgentes? ¿No estamos fomentando el descontento y la desesperanza de la militancia con este presente de tantas dudas? Una militancia a prueba de los peores golpes y de los más duros fracasos, que ha sido el motor de tantas gestas maravillosas durante estos largos 37 años de lucha incansable. Una militancia que sigue esperando, por lo menos, que se esboce alguna de las grandes transformaciones largamente esperadas, esas verdaderas transformaciones que nos devuelvan el calor al pecho y que nos confirmen que no perdimos el trillo.

No podemos ser tan obtusos: sin una militancia que empuje desde las entrañas, no podremos conseguir un segundo mandato ni concretar los cambios que empecinadamente reclamamos, cambios que finalmente conquistaremos, aunque parezca que cada vez nos alejemos más de ellos.

Por supuesto, y vale la pena aclararlo, nosotros no dejamos de reconocer que han habido muchos avances gracias a la Administración del Frente Amplio. Nadie puede discutir todo lo hecho en cuanto a Derechos Humanos, al Plan de Emergencia y de Equidad, a los Consejos de Salarios, al Sistema de Salud, al Plan Ceibal, por citar únicamente lo más destacado. Y si bien todos estos progresos han sido muy significativos en sus áreas específicas, debemos convenir que todos ellos decididamente han afectado a la periferia del sistema, para nada a su centro, como decíamos antes, a su núcleo duro, que sigue más firme que nunca y creciendo a pasos agigantados.

También corresponde aclarar, para que no se nos entienda mal, que nosotros no pretendemos “el socialismo a la vuelta de la esquina”, como alguna vez dijo el Senador Mujica que algunos compañeros le exigían. No, no es eso lo que buena parte de la militancia requiere, es muchísimo menos Senador: tan sólo pedimos que se ponga freno al ingreso de las transnacionales en las circunstancias citadas. Pedimos que se pare con los proyectos de inversión extranjera a los que le aseguramos 20 0 30 años de explotación de nuestras riquezas prácticamente sin nada a cambio, gracias a los tratados de inversión o a los TLC. Pedimos que nuestro Gobierno, aún sin modificar ni una de las sagradas reglas del mercado, que tanto ha sabido respetar en estos tres años y medio de Gestión, empiece a dar las señales de que hay alternativas dentro del modelo que promueven el trabajo digno y la justicia social (cooperativas de producción, proyectos de autogestión obrera, fomento y protección de la pequeña empresa y la empresa familiar, etc.). Cómo nos gustaría que nuestros gobernantes estuvieran hablando todos los días de estas cosas, y que además, lo hicieran con el mismo fervor con que lo hacen cuando se refieren insistentemente a la llegada de capitales extranjeros.

Más allá del eslogan, hemos estado 34 años caminando de Frente, codo con codo y unidos en una experiencia quizás única en el Mundo. Nadie lo duda. Pero, desde el 1ro. de Marzo de 2005 para acá, muchas cosas no resultaron como las esperábamos. Desde que somos Gobierno, aunque nos duela en el alma, estamos caminando de espaldas al sol. Y si seguimos así, en algún momento, necesariamente, nos vamos a tropezar con nuestra propia sombra. Lamentablemente, creemos que eso es lo que nos está pasando en estos tiempos de duda y de desilusión. Llegó la hora de reaccionar, no podemos fallar, debemos seguir construyendo el futuro de esperanza que tantas veces, y todos juntos, soñamos conquistar.

(1) ¿Cuánto ganará Botnia? Gustavo Melazzi; William Yohai. Red de Economistas de Izquierda del Uruguay (REDIU).



José Miguel García González

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