domingo, 23 de diciembre de 2012

Nuestro enano racista

PUBLICADO EN CARAS&CARETAS EL VIERNES 21 DE DICIEMBRE DE 2012

LA DISCRIMINACION QUEDÓ EXPUESTA UNA VEZ MÁS

Nuestro enano racista

A Tania Ramírez la insultaron, la golpearon y permanecerá internada por dos meses. Era una militante social y el caso estalló en las redes sociales y en los medios masivos de comunicación. Miles de personas marcharon contra la discriminación, a la vez que un incidente entre hinchas de básquetbol provocaba la muerte de otra joven y en el interior un loco se inspiraba en la matanza de escolares norteamericanos para buscar “fama”. El Plan Nacional contra el Racismo y la Discriminación pide ser reactivado en una sociedad que desnuda, una vez más, sus peores reflejos de intolerancia.

ROGER RODRIGUEZ / rogerrodriguez@adinet.com.uy

Con la presencia de ministros, legisladores y personalidades de distintos ámbitos, miles de uruguayos marcharon el miércoles por 18 de Julio en contra de la discriminación racial. Reclamaron justicia ante el ataque sufrido por la militante del colectivo Mizangas, Tania Ramírez, quien fue agredida por cinco mujeres en la puerta del boliche Azabache una semana atrás. El episodio, generó una fuerte repercusión en los medios de comunicación y las redes sociales, que reflejaron la existencia de un “enano racista” en el que la sociedad uruguaya no acepta mirarse.

Los detalles del episodio fueron repetidos una y otra vez. La joven de 27 años salía de Azabache en la madrugada de aquel viernes y fue insultada racialmente cuando tomaban un taxi. El vehículo no se detuvo ante las señas de Tania y optó por llevar al grupo de mujeres blancas, quienes se burlaron de la raza de la joven. Ella les increpó y la golpearon salvajemente. Debió ser internada en el Hospital de Clínicas y estará bajo tratamiento médico por dos meses.

La crónica policial se deleitó con los avances del caso de la golpiza a Tania (una joven negra estudiante universitaria de reconocido activismo en la reivindicación de los derechos humanos de los afrodescendientes): el dueño del boliche cedió los videos y advirtió que todo ocurrió fuera de la jurisdicción de su gente de seguridad, el taximetrista se presentó ante la policía y aportó los datos del lugar –un asentamiento en Malvín Norte- al que trasladó a las agresoras (quienes en el trayecto celebraban lo que habían hecho) y la policía tenía plenamente identificadas a tres de las atacantes, pero al cierre de esta edición aún no habían podido detenerlas.

El tema estalló en las redes sociales e internet y fue analizado por columnistas de publicaciones tangibles y virtuales que rápidamente contextualizaron la agresión en Azabache con la muerte de otra joven, Soledad Barrios, víctima de un disparo cuando se asomó al balcón de su casa durante un enfrentamiento de hinchadas de Cordón y Welcome, e incluso con lo ocurrido en Paysandú, donde un joven desequilibrado disparó dentro de una mutualistas pretendiendo, en su delirio, imitar al homicida de Newtown, Connecticut, que mató a 20 escolares y 6 maestros días atrás.

ACELERAR LA JUSTICIA

Como decenas de organizaciones sociales, la Comisión Honoraria contra el Racismo, la Xenofobia y toda otra forma de Discriminación condenó el episodio y advirtió que ha observado “reiteradas manifestaciones que pueden catalogarse como racistas y discriminatorias en Uruguay”. También anunció que proporcionaría un informe especializado al respecto al juez actuante y que propondrá “posibles modificaciones a la Ley que conduzcan a brindar mayores garantías de protección y sanción efectiva a los responsables”.

“Es necesario erradicar este flagelo y llamar a la reflexión en pos de construir una sociedad integrada, consciente y orgullosa de la diversidad que la compone”, concluyó la comisión creada por la Ley 17.817 que el parlamento aprobó en setiembre de 2004 a instancias del diputado colorado Nahum Bergstein y de la organización TholeranciaSi, quienes por entonces denunciaban la existencia de un brote nazi que finalmente desarticularon los servicios de inteligencia policiales cuando encarcelaron al líder del Frente Nacional Revolucionario de Uruguay (FNRU), Edgardo Cantero.

Entonces, también se incorporó la tipificación del delito de “incitación al odio, desprecio o violencia o comisión de estos actos contra determinadas personas” (Ley 17.677) y se estableció una pena de tres a dieciocho meses de prisión para el que discriminara por algún medio de difusión y una condena de seis a veinticuatro meses de cárcel al que “cometieron actos de violencia moral o física de odio o desprecio contra una o más personas en razón del color de su piel, su raza, religión, origen nacional o étnico, orientación sexual o identidad sexual”.

El reclamo de justicia ha sido uno de los conceptos subrayados en las múltiples declaraciones que sobre el caso Tania se han redactado. La bancada bicameral femenina manifestó su repudió y subrayó que confiaba “en la pronta acción de la justicia para enjuiciar a las responsables”. El mismo enfoque tuvo el pronunciamiento del Secretariado del Frente Amplio, que apuntó a reclamar “una rápida respuesta de la justicia ante esta situación”.



EL ORGULLO DEL RIZO

“Que el pelo de Tania halla sido el epicentro de la agresión, nos muestra el simbolismo que su particularidad étnica representa. Ella es una mujer activista que reivindica su afrodescendencia y que se enorgullece de ella, su cuerpo se convierte en un transmisor de ese mensaje que materializa con su peinado. Sus agresoras no sólo la atacan por su color de piel (o por su condición “racial”), sino que especialmente las provoca su fuerte identidad étnica que la lleva a resaltar su cabellera como símbolo de libertad, aceptación y ancestralidad”, explicó por su parte el grupo de Universitarios, Técnicos e Investigadores Afrouruguayos (UNAFRO).

El insulto en alusión al rizado pelo de la víctima implicó que las organizaciones no gubernamentales convocaran a una “Marcha de las motas” en repudio al hecho de racismo y en su llamado incorporaran un “no al antifrizz” por el que propusieron que las mujeres llevaran “look afro” con algún detalle en blanco, no se usaran peinados con planchita o brushing y que los hombres tuvieron algo blanco en la cabeza. No se admitiría en la protesta consumir drogas (“ni alcohol, porro, etc.”, aclaraban) y la marcha se movería al son de tambores, pero no se bailaría…

“Es extraño que todos nos horroricemos por la facilidad con que las personas pasan al acto (de violencia) pero no nos preguntemos qué relación hay entre eso y la violencia estructural a la que estamos sometidos en la sociedad de híper consumo en la que vivimos. Es extraño que a nadie le llame la atención que un mundo en el que se estimulan constantemente la competencia, la libre empresa, la velocidad y la superación personal tenga como correlato personas cada vez menos capaces de controlarse, menos interesadas en entender y respetar a los demás y menos orientadas a mantener sus vidas dentro de los más básicos parámetros de civismo”, escribió en Uypress Soledad Platero.

“No voy a hacerme el héroe y decir "habría que haber frenado entre todos a esas mujeres", cosa que no parece tan peligrosa o comprometida, si bien acepto que puede haber cierto riesgo; por ejemplo, si alguna de ellas llegaba a sacar un arma. Pero la absoluta pasividad de un grupo de personas ante una paliza es tan preocupante como la paliza misma, y favorece la impunidad de quienes tienen ese tipo de conducta”, opinó en La Diaria Guillermo Lamolle.




JORGINHO, TOMMY, SOLEDAD…

Un episodio emparentado al de Tania Ramírez fue el que sufrió el 5 de mayo de 2002 el músico Jorginho Gularte, quien fue golpeado por los “patovicas” del boliche “W Lange” y las lesiones sufridas le dejaron importantes secuelas de por vida. Hijo de Martha Gularte, la afamada vedette del carnaval, Jorginho también habría sido víctima de racismo y, aunque entonces hubo el caso tuvo fuerte repercusión y hasta el propio ministro del interior de la época, Guillermo Stirling se comprometió a esclarecer lo ocurrido, a diez años de la agresión ninguna persona fue responsabilizada del hecho ni sancionada por la justicia.

La ley contra la discriminación ya fue aplicada en varias ocasiones por la justicia desde que en 2005 se ordenó el procesamiento de tres skin head por agredir a un músico en la vía pública y hasta que sólo un año y medio atrás, se reclamó su utilización cuando el joven nigeriano, Tommy Daria, fue golpeado por patovicas en un boliche de la Ciudad Vieja. Entonces, otra marcha de medio centenar de personas desfiló reclamando medidas contra el racismo y, curiosamente, la propia Tania Ramírez era una de las que encabezaba la manifestación. Una artista plástica fue procesada por enviar emails racistas y el bar Viejo Barreiro denunciado por expulsar a dos homosexuales que se dieron un beso en público.

No todos los casos de discriminación han sido sancionados judicialmente. Víctor Paiva, un guardia de seguridad de la Facultad de Ingeniería denunció que sus compañeros de trabajo lo destrataban por su color de piel y fue el único al que no le renovaron su contrato: le dijeron que por “no adaptarse”. La brasileña Luciana Sampaio denunció otro caso de discriminación en un ómnibus, pero el caso fue archivado porque no se presentaron los testigos. Pamela Álvez trabajaba en estética femenina en Pocitos donde la encargada le dijo que tenía buenos antecedentes pero “el problema es que sos muy oscura”: terminaron despidiéndola por “mala conducta” luego de ser insultada y agredida.

Probablemente uno de los casos más recordados es el de la activista paraguaya Soledad Barret quien exiliada en Uruguay fue agredida en julio de 1962 por la organización ultraderechista MEDL, quien le grabó esvásticas en las piernas cuando se negó a repetir sus consignas. Testigos del episodio recuerdan que cuando fue a atenderse al Hospital de Clínicas, le atendió un médico paraguayo –de apellido Latourrete, que trabajaba como médico de la embajada de su país- quien dictaminó que eran “heridas autoinflingidas”. El médico fue expulsado por denuncia de los estudiantes y Soledad Barret terminó siendo asesinada por la dictadura brasileña el 8 de enero de 1973 en Recife.



NOSOTROS DISCRIMINAMOS

Un año atrás, se dieron a conocer las conclusiones de 14 informes encomendados por la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Educación y Cultura a un grupo de especialistas que analizaron el fenómeno de la discriminación en Uruguay. Las conclusiones del trabajo elaborado en el marco de la elaboración de un Plan Nacional contra el Racismo y la Discriminación fueron coincidentes: los uruguayos segregan por raza, religión, etnia, género, ideología, trabajo, educación, discapacidad, barrio, adicción y orientación sexual.

Entre los datos más contundentes, se estableció que el 10% de los uruguayos es de ascendencia africana. De esas 324.100 personas, el 40% vive en la periferia o en asentamiento irregulares de Montevideo, la mitad vive en el interior, particularmente en los departamentos del norte (Artigas, Rivera, Salto, Paysandú, Tacuarembó y Cerro Largo) que tienen los menores ingresos per cápita. El 37% de esta población esta ocupada en trabajos no calificados y ganan 40% menos que un trabajador blanco. Semejante información motivó que un año más tarde el parlamento aprobara una ley por el que asignó un cupo del 10% de las vacantes laborales del Estado a personas afrodescendientes, entre otras medidas adoptadas en el Año Internacional de los Afrodescendientes como declaró la ONU al 2011.

La implementación real del Plan Nacional contra el Racismo y la Discriminación, comprometido por el Estado uruguayo ante Naciones Unidas desde el año 2009, está aún lejos de concretarse. Al diagnóstico realizado en 2011, debían seguir políticas del Estado que satisfagan los derechos de los sectores discriminados, propicien la construcción de ciudadanías y posibiliten una sociedad diversa e inclusiva (de allí las leyes de género y equidad promovidas en el Parlamento), pero una actitud cultural adjudicada a la idiosincrasia uruguaya aparece como el principal obstáculo desde que en 1994 se realizó el primer encuentro contra el racismo, la discriminación y la xenofobia que colocó el tema en la agenda uruguaya.

Una cultura de impunidad que subsiste desde los tiempos del autoritarismo (se ha recordado estos días el acuerdo suscrito por el ministro del interior, general Hugo Linares Brum, quien cuando recibió una nota del cónsul uruguayo en Sudáfrica en la que se proponía traer colonos blancos e ideológicamente puros de aquel país donde moría el apartheid y los negros iban a tomar el poder. Cuenta el investigador Lewis Rostán que Linares Brum aceptó la oferta y agregó que preferentemente los colonos fueran de origen alemán) y que se refleja también en la discriminación a los “retornados”, en la falta de oportunidades para mayores de 35 años, en la indefensa situación del uruguayo José Morales Brum cuando fue expulsado de España, en la criminalización de la minoridad, en la feudalización de los barrios, o en la mantención de un status quo gobernado por ese pequeño “pequeño burgués” temeroso y peligroso.



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