martes, 1 de enero de 2013

Cuba socialista

Fidel Castro en la Plaza de la Revolución declara el caracter socialista de la revolución cubana  

En homenaje a un nuevo aniversario de la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista por los guerrilleros del “Movimiento 26 de Julio”, el Colectivo del Blog Noticias reproduce dos artículos que reflejan el debate sobre el socialismo que se está dando en Cuba. 

Uno es de Camila Piñeiro Harnecker y el otro de Aurelio Alonso.

 Por el Colectivo de Noticias Uruguayas  presenta Jorge Zabalza.



Me niego a alegrarme simplemente porque así lo indica un calendario que inventó el Papa Gregorio, para satisfacer a los mercaderes del templo católico, apostólico y romano; me niego a alegrarme simplemente porque el tipo haya fijado el día de un nacimiento que no se sabe si fué, o cuándo fué, o cómo fue. Ello autoriza a que cada cual se cree su propio  calendario y a alegrarse cuando se le cante. En el mío el año se inicia los 2 de enero y ese día brindo con ron en recuerdo de aquél de 1959, con Fidel, el Ché y Camilo entrando a La Habana al frente de un ejército de desarrapados barbudos y sonrientes,  carabinas en ristre, montados en tanques arrebatados al ejército de Batista.  Un hecho real, comprobado, documentado, el comienzo de un período histórico cuyo desarrollo, lejos de agotarse, continúa siendo un determinante en la historia actual de América Latina. 

 8 de enero de 1959 Fidel entra en la Habana


Poco después del 2 de enero de 1959 nos lanzamos a hacer una revolución a imagen y semejanza de la que estaba haciendo el pueblo cubano, una generación entera de jóvenes latinoamericanos fertilizó con su sangre ciudades, selvas y montañas... y años más tarde, después de la derrota, ¿qué hubiera sido de la resistencia en cárceles y centros de tortura si la revolución cubana se hubiera derrumbado?. Cuba Socialista resistía invasiones, bloqueos y las consecuencias del copiar, su mensaje atravesaba rejas y se volvía principal rueda de auxilio en la resistencia de los calabozos. Impidió el derrumbe muchas veces.  
Los muros caídos en los ’90 trajeron vendavales de neoliberalismo y  pensamiento único, pero la revolución cubana se mantuvo firme en sus trece, un peñón de socialismo en medio del Caribe, inconmovible pese a las iras redobladas del imperialismo. Cuando un montón de sobrevivientes de los ’70 dobló la rodilla para abrazarse a las culebras, encontramos en la estaca cubana el ejemplo que desdecía el fin de la historia y convocaba a no torcer el brazo, a seguir firmes en nuestras convicciones y principios. Nuestro destino revolucionario está ligado para siempre con el de la revolución cubana.

 Las firmes convicciones de la revolución cubana

Como señala Aurelio en su artículo, cuán sencillo habría sido ceder y conceder, cruzar a la vereda de enfrente y recibir diplomas y felicitaciones. Lo hicieron los custodios de otros santuarios de las ideas socialistas, lo hicieron ex-guerrilleros de los ’70, demasiados lo hicieron nos dice el corazón. Para los comunistas cubanos habría sido muy sencillo seguir la ruta emprendida por el PCUS y hoy estarían recorriendo el mundo dando conferencias pagas por alguna institución financiada por se sabe quién.  Y, sin embargo, a pesar de los virajes y renuncias conque finalizó el siglo XX, parece estar llegando a su techo la reproducción capitalista y a las clases dominantes les resulta imposible resolver los problemas que plantean las consecuencias sociales del sistema... amplios sectores populares vuelven a sentir la necesidad imperiosa de la transformación revolucionaria...como en los ’60. En fín, valió la pena haber sido tozudos, porfiados, haber soportado la descalificación y la satanización. La gran diferencia con los ’60 es la experiencia histórica, la posibilidad de analizar críticamente el pasado y de saber por dónde no se debe caminar, hacia dónde no debe ir. 

 En la huella del Che en Bolivia con las luchas campesinas

Para hacer la revolución en esta primera mitad del siglo XXI, quizás haya que sacarle punta a la teoría de “porqué sociedad luchamos”, adónde queremos llegar, algo que nos permite entreveer el camino.  Discutir las bases de la sociedad socialista y el tránsito al comunismo es, en definitiva, un acto preparatorio de la lucha por la revolución. Y ésa es la discusión que contienen los artículos de Camila Piñeiro Harnecker y de Aurelio Alonso, un debate de vida o muerte tanto para el socialismo cubano como para quienes mantienen viva la intención revolucionaria. Pisando los setenta años y sin entrometerse donde no corresponde, ¡cómo no sentirse convocado, estimulado e involucrado por ese debate!. En última instancia, uno se recuerda imberbe aprendiz en herejías con Ernesto Guevara, un pensamiento que jamás  aceptó recetas ni monolitismos de iglesia alguna.
En ese sentido de reafirmación de compromisos y voluntades, uno se permite el atrevimiento de compartir alguna reflexión acerca de los desafíos que esperan. Los experimentos revolucionarios del sigloXX no fueron derrotados en la competencia económica ni en la confrontación político militar, su derrota provino del fracaso en producir las columnas humanas que debían soportar y construir el comunismo por propia necesidad espiritual. Los mismos rasgos subjetivos que llevaron a dejar la vida por la revolución a los bolcheviques del 17 y a los guerilleros latinoamericanos del ’60, eran necesarios para conducir el tránsito al comunismo. No es suficiente que la necesidad histórico-social de la transformación revolucionaria, se precisan las mujeres y los hombres que la conviertan en hechos, hombres y mujeres conscientes de lo necesario y con el firme propósito de llegar al comunismo. El PCUS fue incapaz de encarar la reproducción en masa de los creadores de un nueva formación social. No le interesaba, no se lo propuso, ni siquiera se lo imaginaba como una posibilidad. Y en ese terreno germinó su autoderrota. 


Quizás el desafío fundamental en los experimentos del siglo XX debió haber sido la erradicación de las “armas melladas” del capitalismo, abolirlas de la subjetividad popular. Tal vez esa lucha ideológica básica habría podido combinarse con los desafíos del desarrollo de la producción y de las guerras contra el nazismo y el imperialismo. Más que a la gestión y administración del Estado, el partido de la revolución podría haberse dedicado a la creación de conciencias libres del afán de lucro, el egoísmo y el amor a los bienes terrenales, a producir mujeres y hombres que desearan dedicar su vida al cultivo y reproducción de los valores morales del socialismo y a la ética de la solidaridad, la justicia social y la libertad. A una tarea de apostolado político e idelógico. Quizás el desafío del siglo XX  pudiera haber sido generar, incentivar y moderar un debate crítico sobre las medidas que el Estado tomaba para afrontar los problemas de la producción y la guerra. Más debate sobre la planificación central de la produción, la alimentación, educación, vivienda y salud; sobre coexistencia pacífica o internacionalismo proletario. De manera que los elementos que determinaron las grandes decisiones trascendieran los límites del partido y se volcaran sobre la sociedad entera, que las mujeres y los hombres comunes tuvieran al alcance de su mano la posibilidad de discutir el desarrollo de la revolución. Sin temores a las herejías y a la lucha de ideas, sin imponer formas de pensamiento único destinadas a esclerosar.  El partido de la revolución dedicado a producir los fenómenos de consciencia que transforman en comunistas a las mujeres y los hombres. ... ¿este debate habría debilitado o fortalecido a un pueblo en guerra con el imperialismo? 

  Trascender los límites del partido

Separar el Partido del Estado. Por un lado, el Estado como disciplinado instrumento para la planificación central y la administración de la producción, el mercado y los servicios, donde predominan los estímulos materiales o, como decía el Ché, los desestímulos: si te portás mal te recorto el sueldo. Los funcionarios del Estado obligados a rendir cuentas y pasibles de revocación de su mandato, desde el primer ministro hacia abajo todos y todas. Por el otro lado, el Partido en el rol de estimulador de la crítica del proceso, de organizador del pensamiento hereje en la población y fuente de energía de un poder popular en permanente estado de asamblea. El Partido es el reino de la moral socialista, del espíritu necesario para la autogestión, del desinterés por lo material y el interés por la transformación. El Partido es la organización de los espíritus insurrectos. Está claro que condiciones de esa índole, la contraposición del partido al estado y el carácter asambleario del poder popular podrían ayudar muchísimo a resolver dos problemas esenciales de la democracia socialista: 1) la abolición de todas las formas de patriarcalismo, erradicar consciente y profundamente el sexismo y el machismo de la cultura socialista, un gérmen de autoritarismo oculto en la intimidad y la reserva de las relaciones entre los individuos; 2) la abolición del monopolio del uso de las armas, otro elemento que atenta contra la igualdad y la democracia proletaria, todas y todos conscientes del papel político del uso de las armas, el pueblo armado y organizado.
Dos cuestiones cuya resolución precisan de discusión muy profunda, de comprensión politica generalizada y de vocación democrática conscientes de las mujeres y hombres sobre los que se apoyará una sociedad de iguales, sin diferencias entre los géneros y todos y todas armadas y organizadas.

 El tránsito en 18 de julio estuvo complicado
 
Tal vez en los experimentos socialistas del pasado siglo, los roles diferenciados del Partido y el Estado, la contraposición del poder popular al poder centralizado del aparato estatal podrían haber creado una dinámica de desarrollo de la consciencia individual que masificara la producción de los creadores de comunismo. Todas y todos poetas, artistas y filósofos de la praxis, todas y todos capaces de conducir un proceso de tránsito... ¿la separación del Partido y el Estado habría sido una debilidad o una fortaleza?- Como decimos en Uruguay, es muy fácil hablar de fútbol los lunes con los resultados del fin de semana a la vista pero, sin embargo, es imprescindible hablar de ellos antes de los partidos de la próxima fecha si se quiere ganar el campeonato..

Jorge Zabalza


Cuba  2012

Los Desafíos



Cuba 2012 .



Che Guevara

Proyecciones sociales del Ejército Rebelde

(27 de enero de 1959)

En la noche de hoy se impone la evocación martiana, como ha dicho oportunamente quien me ha presentado ante ustedes, y creo que al hablar de la proyección social del Ejército Rebelde, nos estamos refiriendo concretamente al sueño que Martí hubiese realizado.
Y como ésta es una noche de recuerdo, antes de entrar de lleno en el tema, en su significación histórica, haremos una breve reseña de lo que ha sido y es este Movimiento.
No puedo iniciar mis palabras desde el momento en que fue atacado el Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Quiero referirme solamente a la parte que me corresponde por mi actuación en la serie de sucesos que dieron por resultado el triunfo de la Revolución el primero de enero pasado.
Comencemos, pues, esta historia como yo la empecé en México.
Para todos nosotros es muy importante conocer el pensamiento actual de quienes componen nuestro Ejército Rebelde: el pensamiento de aquel grupo que se embarcó en la aventura del Granma y la evolución de ese pensamiento nacido en la entraña del Movimiento 26 de Julio; y sus cambios sucesivos a través de las etapas de la Revolución, para llegar a la enseñanza final de este último capítulo con que la parte insurreccional ha terminado.
Les decía que trabé conocimiento con los primeros miembros del 26 de Julio en México. Era muy diferente la proyección social que tenían aquellos hombres antes de la etapa del Granma, antes que se produjera la primera escisión en el 26 de Julio, cuando estaba en él todo el núcleo sobreviviente del ataque al Cuartel Moncada. Recuerdo que en una discusión íntima, en una casa en México, exponía la necesidad de ofrecer al pueblo de Cuba un programa revolucionario; y uno de los asaltantes del Moncada -que afortunadamente se separó del 26 de Julio- me contestó con unas frases que siempre recuerdo, diciéndome: «La cosa es muy sencilla. Nosotros lo que tenemos que hacer es dar un golpe. Batista dio un golpe y tomó el poder en un día, hay que dar otro para sacarlo de él. Batista le ha hecho a los americanos cien concesiones, vamos a darles nosotros ciento una.» La cosa era tomar el poder. Yo le argumentaba que teníamos que dar ese golpe basados en principios, que lo importante era saber lo que íbamos a hacer en el poder. Esa era la idea de un miembro de la primera etapa del 26 de julio, que como yo les dije, por fortuna para nosotros, él y quienes mantenían ese criterio se fueron de nuestro movimiento revolucionario y tomaron otro camino.
Desde ese momento se fue perfilando el grupo que vendría más tarde en el Granma, formado con muchas dificultades, pues sufrimos la persecución continua de las autoridades mexicanas, que llegaron a poner en peligro el éxito de la expedición. Una serie de factores internos, como individuos que al principio parecían querer ir a la aventura y después, con un pretexto u otro, se iban separando de ella, fue limitando la cantidad de expedicionarios. Al final quedaron los 82 hombres que tomamos en Granma. Lo demás es bien conocido del pueblo cubano.
Lo que a mí me interesa y lo que creo importante es el pensamiento social que teníamos los sobrevivientes de la Alegría de Pío. Este es el primero y el único desastre que las armas rebeldes tuvimos en el transcurso de la insurrección. Unos quince hombres destruidos físicamente y hasta moralmente, nos juntamos y sólo pudimos seguir adelante por la enorme confianza que tuvo en esos momentos decisivos Fidel Castro, por su recia figura de caudillo revolucionario y su fe inquebrantable en el pueblo. Nosotros éramos un grupo de extracción civil que estábamos pegados pero no injertados en la Sierra Maestra. Andábamos de bohío en bohío; cierto que no tocábamos nada que no nos perteneciera, incluso no comíamos nada que no pudiéramos pagar y muchas veces pasamos hambre por este principio. éramos un grupo al que se veía con tolerancia pero que no estaba integrado; y así pasó mucho tiempo... Fueron varios meses de vida errante en los picos más altos de la Sierra Maestra, dando golpes esporádicos y volviendo a hacer alto. Ibamos de uno a otro picacho, en donde no había agua y en donde vivir era extraordinariamente difícil.
Poco a poco en el campesino se fue operando un cambio hacia nosotros, impulsado por la acción de las fuerzas represivas de Batista, que se dedicaban a asesinar y a destruir las casas y que eran hostiles en todas las formas a quienes, aunque fuera ocasionalmente, habían tenido el más mínimo contacto con nuestro Ejército Rebelde, y ese cambio se tradujo en la incorporación a nuestras guerrillas del sombrero de yarey, y así nuestro ejército de civiles se fue convirtiendo en un ejército campesino. Simultáneamente a la incorporación de los campesinos (de los guajiros) a la lucha armada por sus reivindicaciones de libertad y de justicia social, surgió la gran palabra mágica que fue movilizando a las masas oprimidas de Cuba en la lucha por la posesión de la tierra: por la Reforma Agraria. Ya estaba así definido el primer gran planteamiento social que sería después la bandera y la divisa predominante de nuestro movimiento, aunque atravesamos una etapa de mucha intranquilidad debido a las preocupaciones naturales relacionadas con la política y la conducta de nuestro gran vecino del Norte. En esos momentos era más importante para nosotros la presencia de un periodista extranjero, preferiblemente norteamericano, que una victoria militar. Era más importante que la incorporación a la lucha de los campesinos que venían a traer a la Revolución sus ideales y su fe, el que hubiera combatientes norteamericanos que sirvieran para la exportación de nuestra propaganda revolucionaria.
Por ese tiempo en Santiago de Cuba sucedió un acontecimiento muy trágico, el asesinato de nuestro compañero Frank País, que marcó un viraje en toda la estructura del movimiento revolucionario. Respondiendo al impacto emocional que produce la muerte de Frank País, el pueblo de Santiago de Cuba se echó a la calle espontáneamente, produciéndose el primer conato de huelga general política, que aunque no tuvo dirección, paralizó totalmente a Oriente, repercutiendo en parecida forma en Camagüey y Las Villas. La dictadura liquidó este movimiento surgido sin preparación y sin control revolucionario. Este fenómeno popular sirvió para que nos diésemos cuenta que era necesario incorporar a la lucha por la liberación de Cuba al factor social de los trabajadores e inmediatamente comenzaron las labores clandestinas en los centros obreros para preparar una huelga general que ayudara al Ejército Rebelde a conquistar el poder.
Fue ese el inicio de una campaña de organizaciones clandestinas llevada a cabo con una mentalidad insurreccional, pero quienes alentaron estos movimientos no conocían realmente la significación y la táctica de la lucha de masas. Se las llevó por caminos completamente equivocados al no crearse el espíritu revolucionario ni la unidad de los combatientes y tratar de dirigir la huelga desde arriba sin vínculos efectivos en la base de los huelguistas.
Las victorias del Ejército Rebelde y los esforzados trabajos clandestinos agitaron el país creando un estado de efervescencia tan grande que provocó la declaración de una huelga general el 9 de abril pasado, la que fracasó precisamente por errores de organización, entre ellos principalmente la falta de contactos entre las masas obreras y la dirección, y su equivocada actitud. Pero la experiencia fue aprovechada y surgió una lucha ideológica en el seno del Movimiento 26 de Julio que provocó un cambio radical en el enfoque de la realidad del país y en sus sectores de acción. El 26 de Julio salió fortalecido de la fracasada huelga y la experiencia enseñó a sus dirigentes una verdad preciosa que era -y que es- que la Revolución no pertenecía a tal o a cual grupo sino que debía ser la obra del pueblo cubano entero; y a esa finalidad se canalizaron todas las energías de los militantes de nuestro Movimiento, tanto en el Llano como en la Sierra.
En esta época precisamente empezaron en el Ejército Rebelde los primeros pasos para darle una teoría y una doctrina a la Revolución, dándose demostraciones palpables de que el movimiento insurreccional había crecido y, por tanto, había llegado a su madurez política. Habíamos pasado de la etapa experimental a la constructiva, de los ensayos a los hechos definidos. Inmediatamente se iniciaron las obras de «las pequeñas industrias» en la Sierra Maestra. Sucedió un cambio que nuestros antepasados habían visto hace muchos años: pasamos de la vida nómada a la vida sedentaria; creamos centros de producción de acuerdo con nuestras necesidades más perentorias. Así fundamos nuestra fábrica de zapatos, nuestra fábrica de armas, nuestro taller en el que reconstruíamos las bombas que la tiranía nos arrojaba para devolvérselas a los propios soldados de Batista en forma de minas terrestres.
Los hombres y las mujeres del Ejército Rebelde no olvidaron nunca su misión fundamental en la Sierra Maestra ni en otros lugares, que era la del mejoramiento del campesino, su incorporación a la lucha por la tierra y su contribución llevada a cabo por medio de escuelas que los maestros improvisados tenían en los lugares más inasequibles de esa región de Oriente. Se hizo allí el primer ensayo de reparto de tierras con un reglamento agrario redactado fundamentalmente por el doctor Humberto Sorí Marín, por Fidel Castro y en el cual tuve el honor de colaborar. Se dieron revolucionariamente las tierras a los campesinos, se ocuparon grandes fincas de servidores de la dictadura, distribuyéndose, y todas las tierras del Estado se comenzaron a dar en posesión a los campesinos de esa zona. Había llegado el momento en que nos identificaban plenamente como un movimiento campesino ligado estrechamente a la tierra y con la Reforma Agraria como bandera.
Más tarde recogimos las consecuencias de la fracasada huelga del 9 de abril, pues la represión bárbara de Batista se hizo sentir a fines de mayo, provocando en todos nuestros cuadros de lucha un decaimiento muy serio que pudo ser de consecuencias catastróficas para nuestra causa. La dictadura preparó su más fiera ofensiva. Alrededor del 25 de mayo del año pasado, diez mil soldados bien equipados atacaron nuestras posiciones centralizando su ofensiva sobre la columna número 1, que dirigía personalmente nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro. El Ejército Rebelde ocupaba un área muy pequeña y casi es increíble que a ese grueso de diez mil soldados le opusiéramos solamente trescientos fusiles de la libertad, pues eran los únicos que había en la Sierra Maestra en ese momento. La dirección táctica adecuada de esa campaña dio por resultado que sobre el 30 de julio finalizara la ofensiva de Batista, pasando los rebeldes de la defensiva a la ofensiva y capturamos más de 600 armas nuevas, más del doble de los fusiles con que habíamos iniciado esta acción y le hicimos al enemigo más de mil bajas entre muertos, heridos, desertores y prisioneros.
El Ejército Rebelde salió de esta campaña preparado para iniciar una ofensiva sobre el llano, ofensiva de carácter táctico y psicológico porque nuestro armamento no podía competir en calidad y menos aún en cantidad con el de la dictadura. Esta fue una guerra en la que contamos siempre con ese aliado imponderable de tan extraordinario valor que es el pueblo. Nuestras columnas podían burlar continuamente al enemigo y situarse en las mejores posiciones, no sólo gracias a las ventajas tácticas y a la moral de nuestros milicianos, sino en un grado muy importante a la gran ayuda de los campesinos. El campesino era el colaborador invisible que hacía todo lo que el rebelde no podía hacer; nos suministraba las informaciones, vigilaba al enemigo, descubría sus puntos débiles, traía rápidamente los mensajes urgentes, espiaba en las mismas filas del ejército batistiano. Y esto no se debía a ningún milagro, sino a que ya habíamos iniciado con energía nuestra política de reivindicaciones agropecuarias. Ante la amargura del ataque y del cerco de hambre con que rodearon la Sierra Maestra, de todos los terratenientes de las zonas limítrofes, diez mil reses subieron a las montañas; y no sólo fueron para abastecer al Ejército Rebelde, sino que se distribuyeron entre los campesinos y, por primera vez los guajiros de la Sierra, en esa región que está particularmente depauperada, tuvieron su bienestar; por primera vez los niños campesinos tomaron leche y comieron carne de res. Y por primera vez, también, recibieron los beneficios de la educación, porque la Revolución trae en sus manos la escuela. Así todos los campesinos llegaron a una conclusión beneficiosa para nuestro régimen.
Del otro lado, la dictadura les daba sistemáticamente el incendio de las casas, el desalojo de la tierra y la muerte; y no sólo la muerte desde la tierra, sino también la muerte desde el cielo con las bombas de napalm que los democráticos vecinos del Norte dieron graciosamente a Batista para aterrorizar las poblaciones civiles, esas bombas que pesan 500 kilos y cuando caen abarcan en su área de destrucción más de cien metros. Una bomba de napalm arrojada sobre un cafetal significa la destrucción de esa riqueza -con los años de labor acumulados en ella- en un área de cien metros y se necesitan cinco o seis años para reponer lo que en un minuto es destruido.
En este tiempo se abrió la marcha sobre Las Villas. Es importante señalarlo, no por el hecho de ser actor de ella, sino porque al llegar a Las Villas nos encontramos con un panorama políticosocial nuevo de la Revolución. Llegamos a Las Villas con la bandera del 26 de Julio, en donde ya luchaban contra la dictadura el Directorio Revolucionario, grupos del Segundo Frente del Escambray, grupos del Partido Socialista Popular y pequeñas agrupaciones de la Organización Auténtica. Había que realizar una tarea política importante y entonces más que nunca se vio que la unidad era un factor preponderante de la lucha revolucionaria. El 26 de Julio con el Ejército Rebelde al frente tuvo que gestionar la unidad de los distintos elementos que estaban disgustados y que se encontraron como único aglutinante la obra de la Sierra Maestra. Primero hubo que planear esa unidad, que no debía hacerse sólo entre los grupos combatientes sino también entre las organizaciones del Llano. Tuvimos que hacer la labor importantísima de clasificar todas las secciones obreras que había en la provincia. Fue una tarea realizada frente a muchos opositores aun dentro de las filas de nuestro movimiento que todavía padecía la enfermedad del sectarismo. Acabábamos de llegar a Las Villas y nuestro primer acto de gobierno -antes de establecer la primera escuela- fue dictar un bando revolucionario estableciendo la Reforma Agraria, en el que se disponía, entre otras cosas, que los dueños de pequeñas parcelas de tierra dejaran de pagar su renta hasta que la Revolución decidiera en cada caso. De hecho avanzábamos con la Reforma Agraria como punta de lanza del Ejército Rebelde. Y no era una maniobra demagógica, sino simplemente que en el transcurso de un año y ocho meses de Revolución, la compenetración entre los dirigentes y las masas campesinas había sido tan grande que muchas veces ésta incitaba a la Revolución a hacer lo que en un momento no se pensaba. No fue invento nuestro, fue conminación de los campesinos. A ellos los convencimos de que con las armas en la mano, con una organización, y perdiendo el miedo al enemigo la victoria era segura. Y el campesino, que tenía en sus entrañas razones poderosas para hacerlo, impuso la Reforma Agraria a la Revolución, impuso la confiscación del ganado vacuno y todas las medidas de carácter social que se tomaron en la Sierra Maestra. En la Sierra Maestra se dictó la Ley número 3, en los días de la farsa electoral del 3 de noviembre, que establecía una verdadera Reforma Agraria, y aunque no era completa tenía disposiciones muy positivas: repartía las tierras del Estado, la de los servidores de la dictadura y las de quienes las poseyeran con títulos de propiedad adquiridos mediante maniobras dolosas, como los geófagos que se han engullido miles de caballerías en los deslindes; otorgaba la propiedad a todos los pequeños colonos de no más de dos caballerías que pagaran renta. Todo gratuitamente. El principio era muy revolucionario. La Reforma Agraria beneficiará a más de doscientas mil familias. Pero no está completa la revolución agraria con la Ley número 3. Para ello es necesario dictar reglas contra el latifundio como preceptúa la Constitución. Hay que definir exactamente el concepto de latifundio que caracteriza nuestra estructura agraria y es fuente indiscutible del atasco del país y de todos los males para las grandes mayorías campesinas y aún no ha sido tocado.
Será la obra de las masas campesinas organizadas imponer la ley que proscriba el latifundio, como compelieron al Ejército Rebelde a dictar el principio de la Reforma Agraria contenido en la Ley número 3. Hay otro aspecto que debe tenerse en cuenta. La Constitución establece que toda expropiación de tierra debe de pagarse con dinero antes de hacerse la misma. Si la Reforma Agraria se acomete de acuerdo con ese precepto quizá sea un poco lenta y onerosa. También es necesaria la acción colectiva de los campesinos que se han ganado el derecho a la libertad desde el triunfo de la Revolución, para exigir democráticamente la derogación del mismo y poder ir derechamente a una verdadera y amplia Reforma Agraria.
Estamos ya en las proyecciones sociales del Ejército Rebelde, tenemos una democracia armada. Cuando planeamos la Reforma Agraria y acatamos las demandas de las nuevas leyes revolucionarias que la complementan y que la harán viable e inmediata, estamos pensando en la justicia social que significa la redistribución de la tierra y también en la creación de un mercado interno extenso y en la diversificación de los cultivos, dos objetivos cardinales inseparables del gobierno revolucionario que no pueden ser pospuestos porque el interés popular está implícito en ellos.
Todas las actividades económicas son conexas. Tenemos que incrementar la industrialización del país, sin ignorar los muchos problemas que su proceso lleva aparejados. Pero una política de fomento industrial exige ciertas medidas arancelarias que protejan la industria naciente y un mercado interno capaz de absorber las nuevas mercaderías. Ese mercado no lo podemos aumentar más que dando acceso a él a las grandes masas campesinas, a los guajiros que no tienen poder adquisitivo pero sí necesidades que cubrir y que no pueden comprar hoy. No se nos escapa que estamos empeñados en la persecución de fines que demandan una enorme responsabilidad por nuestra parte, y que no son los únicos. Debemos esperar la reacción contra ellos de parte de quien domina en más del 75% nuestro intercambio comercial y nuestro mercado. Frente a ese peligro tenemos que prepararnos con la aplicación de contramedidas, entre las que se destaca el Arancel y la multiplicación de los mercados exteriores. Necesitamos crear una flota mercante cubana para transportar el azúcar, el tabaco y otras mercaderías, porque la tenencia de ella influirá muy favorablemente en el tipo de los fletes, de cuya cooperación depende en alto grado el progreso de los países subdesarrollados como Cuba.
Si vamos al desenvolvimiento de un programa de industrialización, ¿qué es lo más importante para lograrlo? Pues las materias primas que la Constitución sabiamente defendía y que están entregadas a consorcios extranjeros por la acción e la dictadura de Batista. Tenemos que ir al rescate de nuestro subsuelo, de nuestros minerales. Otro elemento de la industrialización es la electricidad. Hay que contar con ella. Vamos a asegurar que la energía eléctrica esté en manos cubanas. Debemos también nacionalizar la Compañía de Teléfonos, por el mal servicio que presta y lo caro que lo cobra.
¿Con qué resortes contamos para que un programa como el expuesto se lleve a cabo? Tenemos el Ejército Rebelde y éste debe ser nuestro primer instrumento de lucha, el arma más positiva y más vigorosa y destruir todo lo que queda del ejército del batistato. Y entiéndase bien que esta liquidación no se hace por venganza no sólo por espíritu de justicia, sino por la necesidad de asegurar que todas esas conquistas del pueblo puedan lograrse en el plazo más mínimo. Nosotros derrotamos un ejército numéricamente muy superior con el concurso del pueblo, con una táctica adecuada, con una moral revolucionaria. Pero ahora tenemos que afrontar la realidad de que nuestro ejército no está aún capacitado para las nuevas responsabilidades adquiridas, como defender íntegramente el territorio cubano. Tenemos que ir rápidamente a la reestructuración del Ejército Rebelde, porque al paso hicimos un cuerpo armado de campesinos y de obreros, analfabetos muchos de ellos, incultos y sin preparación técnica. Tenemos que capacitar este ejército para las altas tareas que tienen que arrostrar sus miembros y capacitarlos técnica y culturalmente.
El Ejército Rebelde es la vanguardia del pueblo cubano y al referirnos a su progreso técnico y cultural tenemos que saber el significado de estas cosas en un sentido moderno. Ya hemos comenzado simbólicamente su educación con un recital presidido casi exclusivamente por el espíritu y las enseñanzas de José Martí.
La recuperación nacional tiene que destruir muchos privilegios y por ello tenemos que estar apercibidos para defender la nación de sus enemigos declarados o embozados. En ese sentido el nuevo ejército tiene que adaptarse a la nueva modalidad que ha surgido de esta guerra de liberación, pues sabemos que si somos agredidos por una pequeña isla, lo seríamos con el apoyo de una potencia que es casi un continente; tendríamos que soportar en nuestro suelo una agresión de proporción inmensa. Y por esa razón debemos prevenirnos y preparar nuestra avanzada con un espíritu y una estrategia guerrilleras, al efecto de que nuestras defensas no se desintegren al primer embate y mantengan su unidad central. Todo el pueblo cubano deberá convertirse en un ejército guerrillero, pues el Ejército Rebelde es un cuerpo en crecimiento cuya capacidad sólo está limitada por el número de seis millones de cubanos de la república. Cada cubano ha de aprender a manejar las armas y cuándo deberá usarlas en su defensa.
A grandes rasgos he expuesto la proyección social del Ejército Rebelde después de la victoria y su papel impulsando al gobierno a hacer patentes las aspiraciones revolucionarias.
Hay algo más interesante que decir para acabar esta charla. El ejemplo que nuestra revolución ha significado para la América Latina y las enseñanzas que implican haber destruido todas las teorías de salón: hemos demostrado que un grupo pequeño de hombres decididos apoyados por el pueblo y sin miedo a morir si fuera necesario puede llegar a imponerse a un ejército regular disciplinado y derrotarlo definitivamente. Esa es la enseñanza fundamental. Hay otra que deben de recoger nuestros hermanos de América, situados económicamente en la misma categoría agraria que nosotros y es que hay que hacer revoluciones agrarias, luchar en los campos, en las montañas y de aquí llevar la revolución a las ciudades, no pretender hacerla en éstas sin contenido social integral. Ahora, ante las experiencias que hemos tenido, se plantea cuál será nuestro futuro, que está ligado íntimamente al de todos los países subdesarrollados de la América Latina. La Revolución no está limitada a la nación cubana pues ha tocado la conciencia de América y ha alertado gravemente a los enemigos de nuestros pueblos. Por eso hemos advertido claramente que cualquier intento de agresión sería rechazado con las armas en la mano. El ejemplo de Cuba ha provocado más efervescencia en toda la América Latina y en los países oprimidos. la Revolución ha puesto en capilla a los tiranos latinoamericanos, porque éstos son enemigos de los regímenes populares igual que las empresas monopolistas extranjeras. Como somos un país pequeño necesitamos el apoyo de todos los pueblos democráticos y especialmente de la América Latina. Debemos informar cabalmente sobre las nobles finalidades de la Revolución cubana a todo el mundo y llamar a los pueblos amigos de este continente, a los norteamericanos y a los latinoamericanos. Debemos crear una unión espiritual de todos nuestros países, una unión que vaya más allá de la palabrería y de la convivencia burocrática y se traduzca en la ayuda efectiva a nuestros hermanos brindándoles nuestra experiencia.
Por último debemos abrir nuevos caminos que converjan a la identificación de los intereses comunes de nuestros países subdesarrollados. Debemos estar apercibidos contra todos los intentos y propósitos de dividirnos, luchar contra quienes pretendan sembrar la semilla de la discordia entre nosotros, los que amparados en designios conocidos aspiran a sacar partido de nuestras discordias políticas y azuzar prejuicios imposibles en este país.
Hoy todo el pueblo de Cuba está en pie de lucha y debe seguir así unido para que la victoria contra la dictadura no sea transitoria y sea éste el primer paso de la victoria de América.

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