jueves, 24 de abril de 2014

Entrevista a Xenia Itté

Compañera de Raúl Sendic Antonaccio

“El río da muchas vueltas pero sabe a dónde va”

Nos citó en Mariano Soler y Ramón de Santiago, donde se hacía un homenaje a las “pibas de abril” y que para ella era una cita ineludible. Terminado el acto caminamos tres cuadras hasta un boliche donde tuvo lugar la charla sobre Raul y su vigencia actual. Ella aclara que siempre fue una militante de base y que no tiene mucho para decir, se cuida mucho de interpretar el pensamiento de Sendic y se nota que hay muchas cosas de las que prefiere no hablar. Xenia al igual que Raul le dispara a las luces.


El pensamiento de Raúl sigue teniendo vigencia y aparece permanentemente en diversos movimientos latinoamericanos. ¿El era conciente del peso que tenía desde el punto de vista teórico?
Creo que en alguna medida sí. Porque él discutía mucho estos temas. Recuerdo cuando estuvimos en Cuba y en Nicaragua discutía esto permanentemente. Se interesaba por todo los temas de la economía y se asesoraba y discutía con varios economistas. En Nicaragua sobre todo, le llamaba la atención la economía sumergida, informal, de gran gravitación en aquella sociedad. Nosotros estuvimos cuando el décimo aniversario de la Revolución Sandinista. De todos modos no creo que fuera realmente conciente de su peso, porque era una persona sumamente modesta, que se vinculaba tanto con gente común como con gente con la que pudiera discutir los temas académicos.

Recuerdo que a él le interesaba mucho el tema del Interferón y en Cuba los médicos le preguntaban si había estudiado medicina o era doctor. Porque Raúl había estudiado el tema en la cárcel. Siempre tuvo una gran inquietud; todos los temas le interesaban, desde los más sencillos hasta los más académicos. El estaba siempre pendiente de los problemas de los compañeros, hasta de los problemas chiquititos. Por ejemplo, le decían que en la chacra del Movimiento Por La Tierra una chancha se rompió la pata. Entonces Raúl se preocupaba por eso y les sugería qué hacer. O le decían que en el comedor Contra la Pobreza no había para darle de comer a los chiquilines. Y él empezaba a buscar cómo conseguir de pronto menudos de pollos con una compañera de una avícola que podía darles lo que no vendiera.

Pero todo esto lo planteo para que se vea la dimensión humana de Raúl. Raúl no era solamente los grandes temas. Lo digo sobre todo para los jóvenes, que no lo conocieron y que les es más difícil ver esa parte humana.

Hay un compañero que tenía una niña autista, que vivía en el campo y que no sabía cómo enfrentar el problema. Y se lo planteó a Raúl. Y Raúl que estaba por ir a Francia le dijo que le iba a buscar allá todo el material que pudiera sobre el autismo. Y me decía el otro día ese compañero que aún tiene la carta de Raúl. Incluso me la ofreció.

Sí, hay como una tendencia de llevarlo al bronce, y ahí queda afuera esa capacidad de relacionarse con la gente que lo distinguía.

Es cierto. Por eso cuento esas anécdotas. Nosotros sentimos mucho su muerte en el Movimiento por la Tierra, que era donde estaba trabajando fuerte en sus últimos años.

¿Él tenía una especie de obsesión con el tema de la tierra?

Sí, el decía que el tema de la tierra iba a volver al tapete una y otra vez mientras no tuviera una solución.

Una vez le dije a un compañero cubano que Raúl era un visionario. Y Raúl después me decía: “Xenia, ¿Cómo vas a ponerme en ridículo diciendo que soy un visionario?” Y yo le decía que lo veía así.
Porque lo que asombraba a la gente que después de tantos años presos pudiera salir así con las cosas tan claras.

Ahí él hace el llamamiento a sumarse al Movimiento por la Tierra y Contra la Pobreza. Y lo dice con énfasis, esta es nuestra propuesta: no pago de la deuda externa, la expropiación de los campos de más de dos mil quinientas hectáreas, y toda la propuesta que lanza en el Franzini.

Algo que no fue demasiado comprendido por mucha gente en la izquierda. Incluso la idea del Frente Grande tampoco se entendió.

Yo siempre digo que no puedo decir mucho, que hay que remitirse a lo que dejo escrito, lo poco que dejo escrito. Porque eso tiene tanta vigencia. Estos días les leía a unos jóvenes unas palabras de Raúl: “La Juventud y la tierra. ¿Qué es en concreto el Movimiento por la Tierra? Actualmente hay una generación que en buena medida no encuentra el lugar de trabajo en las fábricas, en el campo y en el comercio. Y si estudio, tampoco encuentra la posibilidad de trabajar en su profesión. Entonces tenemos esa juventud que se siente inútil, se siente marginada y la idea es, de alguna manera integrarla a la sociedad.
No inventarle un trabajo, como lo hacen a veces en Europa para mantenerla ocupada, no tanto porqueel Estado es justo sino porque el Estado es rico. Entonces en estos momentos el desconcierto es grande y la desmovilización es grande. E incluso cuando yo decía que no hay en forma amplia un protagonismo de la juventud en la lucha partidaria, yo creo que en gran parte se debe a que se siente un poco intrusa en un lugar, no se siente con derecho a opinar. O sea; el joven que no puede trabajar y no se puede decir que sea un estudiante al que le espera un lugar de trabajo, no solo no se siente protagonista, sino que tiene que irse de su medio, muchas veces a otro país. Nosotros tenemos un éxodo que según datos del censo de 1985 alcanza a aproximadamente un tercio de nuestra población de entre 20 y 25 años. Entonces con el Movimiento por la Tierra buscamos darle ubicación a un sector de nuestra juventud. Queremos contribuir a revertir el éxodo campo-ciudad a ciudad-campo. Y además colaborar con la gente que se ha mantenido trabajando tan penosamente en el medio rural.”
¿Ves la vigencia de esto?

Sí, tiene muchísima vigencia. Claro, pero tampoco es la solución darle la tierra, tirarlo ahí, en el medio del campo, sin maquinaria, sin semillas, etc. ¡No! Hay que darles las condiciones. Y eso está en la ley de Colonización de 1942. Está todo, no hay que variar ni un punto ni una coma. Cómo colonizar nuestro campo.
Qué difícil es imaginarse a Raúl Sendic hoy. Con su curiosidad respecto a todo lo que eran los adelantos científicos y su capacidad de aprendizaje. Él siempre estaba incentivando a los jóvenes. Hay un poema que le manda a la hija que dice:
Busca y busca luz y luz en estudios y experiencias, al crecer, como una planta en el pozo de la Ciencia. (…) que todo es plan y fantasía.
En las cartas desde la prisión a sus hijos él parecía que estuviera conviviendo con ellos. Sabía que a su hija le gustaba la danza y trataba de llevar todos los temas por ahí. Y a los demás hijos también con sus diferentes vocaciones. Con cada uno mantenía un diálogo. Es difícil viendo esto imaginarse que estuviese aislado como estaba. Él siempre pedía las revistas científicas que dejaban entrar en los penales porque supondrían que no era importante. Y él elucubraba y sacaba sus conclusiones.


¿Ustedes se escribían mientras permanecieron prisioneros?

No. En el primer período estuvimos en la FUSNA, y fueron cinco meses incomunicados. El estaba todo alambrado en ese momento por la operación. A los cinco meses nos procesaron. A Raúl le dijeron que lo iban a llevar y que le iban a hacer otra operación. Ahí se dio todo lo del 9 de febrero y lo llevaron a Libertad. A mí me pusieron con las demás compañeras, que éramos quince que estábamos ahí. Recibí solo dos cartas de Raúl estando en la Marina. Recién cuando estuvo la Cruz Roja internacional en el 84 intercedió para que pudiéramos escribirnos. Pasamos once años sin escribirnos. Pero nos arreglamos para hacerle llegar cosas. Yo le hacía llegar alguna boina tejida en crochet, una colcha tejida por todas las compañeras del sector, toda con cuadraditos de diferentes colores. Él le escribió a un hermano y le dice que la había recibido y que le había alegrado la celda.
¿Se reencontraron al salir?
Él cuando salió se fue con los hijos mayores. Ahí habrá estado un mes. Yo lo fui a ver. Yo estaba en la casa de Ejido 888. Recuerdo que vino Hugo Batalla, que era su abogado, y me dijo que Raúl quería que me llevara a verlo. Ahí hice contacto con los hijos, aunque no sabía quiénes eran porque me llevaroncompartimentada. Me dijeron que tenía que agachar la cabeza y no mirar dónde iba. Me acuerdo que me reía porque pensaba: Pero cómo, se supone que esta es otra época.
¿Y cómo fue el encuentro?
Muy raro. Habían pasado muchos años. Él estaba totalmente rapado. Lo encontré tan chiquito. Y no podía hablar, tenía la mitad de la lengua pegada al maxilar. Se le entendía menos que después cuando su reaparición ya más pública. Pero fue muy lindo el reencuentro a pesar de todo, a pesar de las marcas de la cárcel y el tiempo.
¿Él después se muda contigo?
Sí, a Ejido. Pero como era impresionante el requerimiento de la prensa, nos fuimos a vivir en uno de los ranchitos de la casa del Pepe. Con el Pepe y Lucía. Pero ellos estaban en la casa grande en Paso de la Arena, donde vivían con la madre del Pepe, y nos dieron un ranchito. Cuando vinieron el hermano Alberto y la cuñada, de Francia, se querían morir. Nos dijeron que seguíamos en cana, porque dormíamos en un catre, teníamos un medio tanque como mesa, y cocinábamos con un primus. Pero nos adaptamos a eso. Además llegaban compañeros de todos lados, y todos con problemáticas diferentes. Era la reunificación, había que organizar todo eso.
Raúl jugó un rol muy importante en todo eso.
Raúl era la confianza. La misma confianza que yo sentía cuando nos detuvieron el 1º de setiembre. Inspiraba esa confianza. Cuando llegan los milicos y nos dicen que nos tenían rodeados, que nos entregáramos, Raúl dice: “Vamos a pelear”. Pero estábamos tan en desigualdad de condiciones… teníamos un “fierro” cada uno. Sin embargo yo estaba tranquila dentro de lo que se puede estar. Lo peor era la muerte, sino nos esperaban la cana, la tortura, todo el verdegueo. Pero esa fuerza la sentí; siempre sentía esa fuerza al lado de él. Son cosas intransferibles.
Después ya se van.
Sí, volvimos a Ejido, ya más tranquilos. Y preparando el viaje. Fuimos a Cuba en noviembre del 85. Y ya Raúl estaba más metido en el tema de Cantares del Calabozo, del Movimiento por la tierra, y promoverlo en el interior a través del canto. Hablaban mucho con Henry Engler, que estuvo muy cerca de Raúl.

¿Habría que haber escuchado más a Raúl?

Yo creo que lo desaprovechamos bastante, quizás creyendo que iba a vivir más tiempo.

¿Él era conciente de su enfermedad?

Sí. Estaba preocupado. Recuerdo el día que me dijo que iba a mandar un mensaje por el voto verde. Con un hilo de voz, que yo ponía el oído y trataba de entenderlo, para después poder transmitir el mensaje, porque ya no podía hablar más. Y después lo internaron en la clínica de respiración para hacerle un diafragma, porque ya no tenía fuerza para respirar. Ahí no me dejaban quedar de noche. Esa noche me fui con un gran pesar de despedirme. Me fui caminando hasta la casa del hermano. Lo dejé, y al otro día fui temprano, y ya me encontré con la puerta cerrada. Se fue con 64 años. Un crimen, porque hasta lo último estuvo lúcido.

¿Raúl se hubiera imaginado esta situación actual?

No, Raúl ya apostaba a otra cosa, a un trabajo con la gente. Raúl no era de las luces, no era de hacer poses. Raúl era auténtico. Yo lo conocí cuando llegó a Bella Unión, en el 61, cuando fue a la radio en que yo trabajaba para conseguir una audición para los cañeros. Cuando llegó a la radio yo pensé: Pero este hombre viene a meter lío acá en este pueblo que es tan apacible.

Yo presentía que él iba a cambiar Bella Unión y mi vida. Y que yo iba a tener que optar. Yo estaba en una posición muy cómoda. La radio era de Jorge Batlle. Recuerdo que cuando fue a pedir la audición le dije que yo tenía que pedirles autorización a los directores.
Raúl andaba en una moto. Cuando fue a buscar la contestación le dije que sí, pero que me tenía que traer la audición un día antes porque yo tenía que escucharla y corregirla. Entonces Raúl con una sonrisa socarrona me preguntó si yo se la iba a censurar. Y le dije que sí, que si había cosas que atacaran a la autoridad o al Comisario, las iba a tener que tachar, que eran condiciones puestas por los directores. Años después cuando Carlos María Gutiérrez estaba haciendo el libro, Raúl le decía: “¿Sabés Carlos que Xenia me censuraba las audiciones en la radio?”.

¿Le llegaste a censurar algo?

Y sí, alguna cosa.

¿Y de qué temas hablaba en la audición?

Sobre todo de los conflictos de los “peludos”. No hay que olvidar que él era el procurador. Hablaba de las reivindicaciones, los juicios, y todo aquello cuando ocuparon Cainsa

¿Te cambió la vida haber conocido a Raúl?

Sí. Es como dicen: El río da muchas vueltas, pero sabe a dónde va. Tal vez yo hubiera cambiado de todos modos sin ese hecho concreto, pero creo que sí, que me cambió la vida.

¿Te arrepentís de algo?

No, no. Fueron momentos muy lindos de la lucha, en que vos tenías toda la ilusión. Tocábamos el sol con las manos. Cuando sos joven nada te detiene. Pero no me arrepiento, más allá de algunas desilusiones. Y Raúl tampoco. En épocas difíciles, a veces en que lo veía preocupado, yo le decía: ¿Por qué no hacés tal cosa? ¿Por qué no bajás un poco, que hay tantos problemas? Y él me decía: “Yo no puedo, tengo que seguir en esto”.

Tenía una visión estratégica poco común.

Sí. Y además las luces encandilan. Encandila el poder. Pienso que Raúl le disparaba un poco a todo eso. Le disparaba a las luces, pero también al hegemonismo. Él combatía el hegemonismo. Hay documentos de ello. Yo creo que él estaba muy comprometido con el tema de la tierra. Y no acordaba evidentemente con el proyecto que se estaba vislumbrando. No hay que olvidar que él miraba siempre más allá.

Se dice que Raúl era tímido.

Era tímido. Hacía un gran esfuerzo. En Francia y Suecia lo requerían permanentemente, y él tenía que ir a hablar. Y hacía un gran esfuerzo. Para mí era admirable. Pero se desenvolvía muy bien. Esa firmeza; cómo se plantaba ante sus convicciones. Siempre me pareció que lo que alucinaba a la gente era esa firmeza. No era dubitativo, en todos los sentidos; en el accionar y en el pensamiento.

¿A quién admiraba?

Hablaba mucho del Che. Se sentía muy cercano con el Che, siempre hablaba de la austeridad, del ser austero, del ser solidario, de no perder la ternura.
Y leía mucho a Rosa Luxemburgo.

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